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A través de los listones de madera de la puerta del armario, vio a dos hombres entrar en la casa armados con pistolas.
—¡Un momento! —exclamó John—. ¿Qué es esto? ¿Qué pasa?
Marie observó con horror cómo su hermana y su cuñado daban un paso atrás y se paraban frente al armario dentro del que ella estaba escondida.
—No hagáis nada… —la voz de John se apagó bajo el sonido de un disparo.
Se oyeron más disparos. Un total de seis. Explosiones silenciadas, sonidos que no podían oírse fuera, que no podían ser una llamada de ayuda.
Pero que sí servían para matar a Alicia y John.
John cayó hacia adelante, como un árbol cortado por un leñador. Alicia se desplomó hacia atrás y su cuerpo golpeó la puerta del armario. Una bala chocó contra la pared, justo sobre la cabeza de Marie.
La sangre entró a través de los listones de madera y le cayó, como una fina lluvia, sobre la cara y el pecho.
Poniéndose una mano en la boca, Marie intentó ahogar un grito de terror. ¡No! ¡Dios mío, no! Aquello no podía estar pasando. Su mente intentaba frenéticamente buscarle sentido a lo que acababa de ocurrir.
Tuvo que luchar contra el impulso de ayudar a su hermana, pero, en algún rincón de su aterrorizada mente, el instinto de supervivencia la hizo permanecer inmóvil.
Tenía que quedarse callada. Si la encontraban, la matarían a ella también. Tenía que mantenerse con vida para contarle a la policía lo que había pasado…—Cecilia…
La voz llegaba de algún lugar lejano, pero no tenía nada que ver con ella. Marie cerró los ojos y se apretó con fuerza una mano sobre la boca.
Sangre. Había mucha sangre. Alicia estaba muerta, asesinada, su sangre sobre la cara de Marie. Toda aquella sangre. ¿Por qué había ocurrido? ¿Por qué?
—Cecilia… —volvió a escuchar la voz masculina.
Marie se hizo un ovillo, apretando la espalda contra la pared en un intento de escapar.
Entonces, una bofetada la hizo salir de la pesadilla y volver al presente. En un instante, se dio cuenta de que no estaba en casa de Alicia y John. Estaba en Montana. Mustang, Montana.
—¿Comisario Malik? —susurró.
—Zayn —la corrigió él—. Estoy aquí.
Zayn le dio la mano para sacarla del armario. Una mano que a ella le pareció grande y cálida: un consuelo, a pesar de su tacto poco familiar.
Cuando ella levantó la mano, rozó la ropa que colgaba de las perchas.
—Estoy en el armario, ¿verdad?
—Sí. ¿Por qué no sales de ahí?
Había vuelto a tener aquella pesadilla. No, no una pesadilla, más bien había vuelto a vivir el horror de aquella noche. Y, como siempre, había buscado refugio en el armario más cercano.
¿Cuándo iba a terminar aquello? ¿Volvería su vida a ser normal alguna vez?
El bochorno se mezclaba con una abrumadora desesperación a medida que salía de su confinamiento.
—¿Cómo has sabido que estaba aquí? —preguntó, tuteándolo por primera vez.
—Porque te he oído gritar.
—Lo siento. Estaba teniendo una pesadilla —explicó Selena—. Veo que Keller no te ha contado lo de mis pesadillas.
—Keller no me ha contado nada. ¿Te encuentras bien?
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El arbol de los Besos
RomanceAunque él la conocía bajo el nombre de Cecilia Webster, su verdadero nombre era Marie Gomez y, hacía tan sólo algunas semanas, lo tenía todo en la vida, hasta que una tragedia le arrebató la vista. La ceguera era sólo temporal, al igual que su nueva...