12. Accidente

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El beso la tomó por sorpresa, pero, al sentir los labios de Zayn sobre los suyos, Marie se dio cuenta de cómo había deseado aquello.

Enredándole los brazos alrededor del cuello, abrió los labios para tocar la lengua de Marie con la punta de la suya.

Él lanzó un gemido ronco, apretándola con fuerza entre sus brazos. Aquel gesto despertó una llamarada de deseo en Selena.

Durante el último mes, se había sentido pérdida en la oscuridad, pero el beso de Zayn, el calor de sus brazos, la fuerza de su cuerpo pegado al de ella, eran como una luz en la oscuridad.

De repente, Zayn dio un paso atrás.

—Lo siento. Ha sido una estupidez. Normalmente, no suelo mezclar el trabajo con el placer —dijo con brusquedad.

—No te preocupes —replicó ella, preguntándose cómo la oscuridad podía hacerse aún más profunda, más devastadora

—. Digamos que la falta de sueño y las circunstancias han tenido la culpa.

—Me alegro de que lo entiendas. Buenas noches.

Marie se dio cuenta de que él había desaparecido de la habitación porque no sentía su presencia.

Por un momento, se quedó parada, sintiendo en la boca el calor de los labios de Marie. El beso le había robado el aliento. Incluso en aquel momento, le costaba respirar.

Por fin, se quitó el albornoz y se metió en la cama.

No entendía por qué la había besado, pero, sobre todo, no entendía por qué el beso la había dejado tan perturbada. No era la primera vez que un hombre la besaba.

Había tenido una relación larga varios años antes. Se llamaba Roger y fue su primer cliente.

Marie había decorado su apartamento y empezaron a salir. Unos meses después, Roger le había dicho que la amaba y después había intentado cambiarla de arriba abajo. Su relación había durado ocho meses. Marie se había dado cuenta de que lo que Roger deseaba era controlarla.

Pero ninguno de los besos de Roger la habían conmovido tanto como el beso de Zayn. Podría haberla llevado a la cama y haberle hecho el amor y ella no habría protestado. De hecho, lo habría animado a que la tocara, a que se fundiera con ella.

¿Y después qué? Marie miró el techo sin verlo. Él era un solterón empedernido y ella, una mujer en crisis, esperando poder volver a hacer su vida normal. Aquel tiempo en Mustang, aquel tiempo con Zayn era solo un interludio, un intermedio forzado. Y cuando el intermedio terminase y la película empezara de nuevo, estaría otra vez en Chicago, de vuelta en Camelot.

Marie maldijo sus ojos ciegos. ¿Cuándo desaparecería la oscuridad? El médico le había dicho que, si recuperaba la vista, lo haría solo cuando se sintiera segura. ¿Y si nunca detenían a los asesinos de su familia? ¿Nunca recuperaría la vista?

intentó contener la sensación de pánico. Se sentía segura con Zayn y en cualquier momento podría abrir los ojos y descubrir que volvía a ver.

Lo que no podía era permitirse hacer algo estúpido con Zayn. No quería recuperar la vista y tener el corazón roto.

Apartando de su mente los pensamientos sobre Zayn, su ceguera y sus circunstancias, Marie se quedó por fin dormida.

Cuando se despertó, se dio cuenta de que debía de ser tarde, porque el sol que entraba por la ventana era el sol cálido de media mañana. Se vistió rápidamente y corrió al cuarto de baño para peinarse y lavarse los dientes.

—¿Zayn? —lo llamó cuando entraba en la cocina.

—No está aquí —le contestó una voz femenina—. Se ha ido a trabajar.

El arbol de los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora