El arbol de los Besos

27. Vic Taylor

Zayn conducía a gran velocidad, controlando el impulso de poner la sirena y las luces. No le gustaba usar el equipo oficial para asuntos personales. Además, quince minutos más o menos no iban a significar nada, se decía.
Se sentía mejor que nunca. Se sentía limpio, feliz y abierto a todas las posibilidades. Y esperaba que Marie fuera más que una posibilidad. Quería que fuera una realidad. Zayn pisó de nuevo el acelerador. Ella lo había hecho dudar de su amor y dudar de sí mismo. Pero hablar con Liam había disipado la confusión.

Sus sentimientos por Marie no tenían nada que ver con el trágico accidente y la ceguera de su amigo. La amaba, sencillamente.
Y pensaba que ella también lo amaba. El corazón le daba brincos pensando aquello, aunque no podía saber si Marie lo amaba por sus circunstancias. Era posible que, si algún día recuperaba la vista, su amor por él se desvaneciera.
Pero afrontarían esa situación cuando y si alguna vez llegaba. Aunque solo estuvieran seis meses... un año juntos,
merecería la pena arriesgarse.

Zayn sonrió. Un año antes, un mes antes, no se habría arriesgado. Arriesgarse entrañaba la posibilidad de perder y hasta aquel día el corazón de Zayn no habría podido soportar otra pérdida.
Pero en aquel momento, el riesgo de perder a Marie merecía la pena. Tenía que arriesgarse con la esperanza de que su amor estuviera basado en el deseo, respeto y admiración que sentían el uno por el otro.

Tenía que arriesgar su corazón para buscar la felicidad. De alguna forma haría ver a Marie que el amor que sentía por ella era limpio y puro.
Keller había dicho que iría a buscarla a las nueve de la mañana. Zayn miró el reloj; eran las ocho de la tarde. Eso le daba trece horas para convencer a Marie de que se quedara en Mustang, con él.

Trece horas. El nunca había sido un hombre supersticioso y no iba a empezar a serlo en aquel momento. Simplemente, esperaba que el número trece fuera su número de la suerte, ya que no podía imaginarse la vida sin Marie.
Pero cuando aparcó frente a la casa, se quedó sorprendido. La puerta estaba abierta de par en par. ¿Por qué estaba abierta?
Antes de salir del coche, Zayn sacó la pistola de la guantera. Tenía un nudo en el estómago. Algo iba mal. Estaba seguro de que algo iba mal.
Con la calma que solía poseer en los momentos más angustiosos, Zayn se dirigió hacia la puerta.

No había nadie en el salón, ni en la cocina y la casa estaba en completo silencio.
Quizá Marie le había dicho a Shelly que se fuera a casa. Los asesinos de su hermana habían sido detenidos y ella se sentía segura. Quizá había enviado a Shelly a casa y estaba en su cuarto haciendo el equipaje.
O quizá Shelly no había cerrado bien la puerta y el viento la había abierto. Zayn intentaba decirse a sí mismo que no pasaba nada, pero el nudo que tenía en el estómago se acentuaba mientras caminaba por el pasillo.
Le sudaban las manos y casi podía oír los latidos de su corazón. Marie estaba bien, se decía. Estaba durmiendo tranquilamente en su cama.

Cuando vio la puerta abierta y la luz encendida, el corazón se le encogió. Al ver el edredón revuelto y la lámpara en el suelo habría querido gritar. Era el mismo desorden que había visto con las tres víctimas de Casanova...
Su corazón pareció dejar de latir por un momento. Casanova. ¿Casanova había secuestrado a Marie? Antes de que el horror de aquella revelación pudiera alcanzar su cerebro, Zayn vio algo en el centro de la cama.
La pastilla de jabón con forma de pez. ¿Qué hacía en medio de la cama? ¿La habría puesto Marie allí? ¿Habría intentado decirle algo?

Vic.
El nombre explotó en su cabeza. ¿Sería posible que Vic, su alguacil, fuera Casanova? Zayn salió corriendo de la habitación. No había tiempo para preguntas.
Si Marie era la última víctima de Casanova, la encontraría en el árbol de los besos.
Cuando arrancaba el coche, Zayn tomó la radio, pero lo pensó mejor. Si la usaba, Vic sabría que lo había descubierto.
Definitivamente, estaba solo.