Parte VIII - I N T I M I D A D

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Había olvidado que era jueves!

Feliz tarde

Thomas.

I N T I M I D A D

Pestañeé largamente, hundido en el cabello azabache y ondulado, tenía un aroma frutal, como durazno, o limón, quizás ambos, estaba de espaldas a mí, y yo la estrechaba por la cintura.

Su piel estaba cálida, y moví su cabello para ver su tez salpicada de pecas, y algunas cicatrices, marcas de bala, y cortes que en su momento fueron profundos.

Me sentí en paz, no me sentía en mucho tiempo.

Había silencio, uno casi tormentoso, Carmille era esa calma que susurraba en mi oído en forma de brisa marina.

Me veía a mi mismo con mi fusil y mi casco, pero todo era silencio, y lo único que podía oír realmente era el mar, y sus olas lamiendo la orilla.

Acaricié la línea de su columna vertebral, las caderas, la cintura y los hombros, había un tatuaje sobre el hombro izquierdo oculto entre el cabello.

"Free fire" – Decía con el pequeño dibujo de una granada.

Parecía que más que una tatuaje planificado era un recuerdo, un dibujo hecho en un diario de vida, me incliné sobre ella dejando un beso en cada cicatriz de bala que encontré.

Me había perdido en ella.

– Son demasiados besos para una mujer dormida – Susurró la voz soñolienta mientras llenaba de besos su cuello, se giró hacia mi, dejando caer su mano en mis mejillas – Picas.

– Debo afeitarme cada mañana – Sonreí correspondiendo el dulce beso que se acercó a darme.

– ¿Qué hora es?

– Pasa el día conmigo – Le pedí cubriendo el reloj en su muñeca ella rió.

– ¿Y qué quieres hacer? – Me preguntó con una sonrisa pícara, sus ojos aún estaban entrecerrados por el sueño, descubrí lentamente su torso deslizando la sábana.

– ¿Qué quisieras hacer?

Acaricié sus muslos desnudos rodeándome desde el cuello, mientras mi cabeza estaba entre sus piernas, una de sus manos sostenía mi rostro, mientras la otra movía ágilmente la navaja contra mi mejilla, sus pies jugaban en el agua tibia de la bañera donde yo estaba metido, ella estaba envuelta en una toalla.

Su piel era la más suave, y mis ojos estaban fijos sobre ella tan concentrada afeitándome con delicadeza y esmero.

– ¿Lo habías hecho antes?

– Afeitaba a mi papá – Respondió moviendo los pies en el agua – luego a mi esposo, también afeité uno que otro soldado en las trincheras, les hacía sentirse mejor.

– ¿Cuánto tiempo estuviste casada?

– Seis meses – Respondió colocando otro poco de espuma en mi cara – la guerra explotó cuando llevábamos tres meses de casados, y él se marchó al cuarto, quedé viuda dos meses después – Explicó encogiéndose de hombros.

– Debió ser difícil.

– Lo fue, por eso me enlisté – Contó pasando la palma de su mano por mi cuello – el mismo coronel Strauss me ayudó a entrar.

– ¿Fue difícil?

– Fue brutal – Soltó mientras le acariciaba las piernas desde los muslos hasta los tobillos, su cabello humedecido caía en jirones alrededor de su rostro – pero fue – Sentenció pasando la navaja ahora en la otra mejilla.

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