Parte VI - V E R D E

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Me quedé sentado en la poltrona de mimbre en el centro del solario, donde estaba el juego de sillones y sofás rodeando una mesita, a un lado una chimenea para calentar la tropicalidad de las plantas debe de encenderse cuando las temperaturas bajarán una vez el otoño entrará, podía escuchar también el sonido de la fuente que caía en una piscina con plantas acuáticas.

Todo el sonido de la tranquilidad del maravilloso solario era opacado por los pasos de los lustradisimos zapatos negros de Thomas, quien parecía una pantera moviéndose de un lado a otro viendo por el ventanal en dirección hacia donde la sirvienta seguía curando las heridas de Carmille, ahora acompañada por un doctor que Clint había salido a buscar.

El gitano calaba y calaba el cigarrillo, probablemente sí no hubiera tenido el cilindro en la boca se habría estado comiendo las uñas, se notaba que al maldito le gustaba demasiado la duquesa, aquella preocupación iba más allá de una simple atracción.

Me aclaré la garganta para tratar de llamar la atención de Shelby, pero no funcionó.

– ¿Si sabes que esa mujer estuvo en la guerra? – Le pregunté logrando atraer su mirada a mi.

– Claro que lo sé – Asintió agradeciendo con la cabeza a otra de las sirvientes que se acercaba con un carrito para comenzar a disponer sobre la mesa, tazas, cucharas, y tetera – Sé que estuvo en la guerra, eso no quiere decir que no esté preocupado por ella.

– ¿Qué fue exactamente lo que sucedió? – Le pregunté a la sirvientes que se quedó viéndome una vez dejó la bandeja de dulces sobre la mesita.

– El caballo llegó en la mañana, el Coronel lo trajo ya un tanto alterado, al parecer trataron de hacer una domadura con él – Explicó sirviéndole una taza de té – la señora quiso acercarse, pero el caballo se encabritó y la empujó, piso una de sus botas, y casi la piso a ella – negó con la cabeza palideciendo un poco probablemente al recordar la escena.

– No fue algo simple.

– La señora Consuelo estaba en el ruedo con ella, y logró mover a la bestia antes de que le pisara el rostro – Se acercó ahora a Thomas para entregarle otra taza – pienso que puede haberse lastimado la rodilla, siempre ha tenido problemas en la izquierda – Anunció observándonos a ambos.

– Tiene razón – Aseveró Thomas señalando a la mujer que se acercaba junto a Clint hacia el solario con una evidente dificultad para caminar en su pierna izquierda – ¿Siempre desde cuando?

– Desde que regresó de Bélgica, señor – Respondió ella refiriéndose a la guerra – sólo dios sabe las cosas horribles que mi niña tuvo que soportar allá, y aquella es una de las secuelas físicas más dolorosas que tiene – bajó la mirada guardando silencio apenas Clint abrió la puerta para que ella entrara, yo me levanté de mi lugar.

– No es necesario, Alfred.

– No quiero ser inoportuno, ni mucho menos hablar en nombre de la señora Douglas – Anunció Clint ayudándola a sentarse en la poltrona que acerque para ella – pero la señora necesita descansar, ha sido un día largo y...

– Gracias querido Clint – Lo interrumpió ella estirando suavemente su mano hasta el hombro que se silenció de inmediato – por favor retírense, Inés...

– Señora.

– Por favor vea que el capataz se encargue de dejar suficiente comida y agua para el caballo – Ordenó frotándose la rodilla con ambas manos, la sirvienta asintió y se alejó rápidamente por la salida de servicio – Clint, despacha al médico, que regrese mañana.

– ¿Qué quiere que le diga?

– Que deje una dosis suficiente para esta noche y mañana – Respondió acomodándose el cabello que amarró dejando a la vista ese bellísimo rostro – y eso es todo.

Us&TheDevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora