Parte IX - Que el escuadron se repliegue.

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Alfred.

Me quedé un par de segundos en el automóvil cuando vi a Carmille corriendo desde la parte trasera de la casona, estaba en otro lugar, era evidente, lo supe porque yo mismo había corrido de esa forma cuando las bombas caían demasiado cerca.

Agazapada, con las manos sobre la cabeza su cuerpo zigzagueaba por entre los rosales, apenas mis botas tocaron la gradilla, los ojos grises me vieron como si estuvieran hundidos en su rostro pálido, yo conocía esos ojos, estaba en una crisis.

– Carmille ¿Está bien? – Solté acercándome a ella, levanté las manos cuando la vi tratar de desenfundar el arma que hace años estaba en su funda contra el torso.

– Quítame tus putas manos de encima maldito perro.

La sostuve por los hombros, tratando de mantenerla cerca por si se ponía peor, sus puños comenzaron a golpearme el pecho y los brazos, y los hombros.

Peleaba por su vida, había retrocedido en el tiempo muchos años atrás, y ahora trataba de sobrevivir a aquellos días donde todo había sido demasiado oscuro.

Un puñetazo en mi boca, un rodillazo en el estómago.

– ¡Clint! – Alcé la voz sosteniéndola con fuerza, haciendo a un lado el dolor para retenerla antes de que se hiciera daño a sí misma, o alguien más – ¡Clint tiene una crisis!

Caímos sobre el suelo, conmigo sobre ella reteniendo sus hombros, los ojos de Carmille se movían frenéticamente en todas direcciones, completamente sobre alerta.

– ¡Soldado estamos bajo ataque! – Gritó metiendo sus manos dentro de mi abrigo para buscar el arma que le arrebate para lanzar a un par de metros – ¿Qué está haciendo?

– Está misión debe hacerse en sigilo, sargento – si su cabeza estaba aún en la guerra eso quería decir que seguía siendo un grado más bajo que cuando fue dada de baja con honores.
Sus ojos se fijaron sobre mi y asintió suavizando la tensión de su cuerpo.– no debemos abrir fuego, los aliados están cerca.

– ¿En sigilo? – Repitió mientras yo asentía
– ¿De que lado son las bombas?

– Del enemigo Sargento.

– Entonces debemos hacer que la tropa 21 se repliegue, soldado – Dijo tratando de levantarme mientras yo oraba para que Clint apareciera pronto.

– Abriremos fuego sargento – Le respondí siguiéndole el juego mientras asentía para sus ojos grises, aún volviéndose loca me parecía hermosa – ¡Soldado Clint! ¡Qué alguien traiga su medicina!

Levanté la mirada viendo a mi hermana salir de la casona, sus ojos verdes estaban asustados y se apoyó en la puerta principal sosteniendo su enorme vientre.

Pronto Clint llegó corriendo con un estuche desde el que sacó la jeringa y el pequeño frasco, al mismo tiempo en que los jardineros se acercaban para ayudarme a retener a la pequeña mujer que pelaba conmigo con todas sus fuerzas.

– ¡No! ¡No! ¡No!

– ¡Sargento está herida! – Mentí para que la tensión de su cuerpo no la lastimara al inyectarla.

Siguió peleando, habían demasiados hombres sobre ella y temí que otro tipo de recuerdos pudieran azotarla ahora, siguió gritando mientras me ayudaban a sostenerla, su rostro ido me rompía el corazón en mil pedazos, Clint la inyectó, y poco a poco sus ojos se volvieron opacos.

– Ordene la retirada – Su mano cayó en mi barba observandome con los ojos vacíos entre el dolor y la desesperación – que el escuadrón se repliegue.

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