Parte IV - En Stonehenge hay una duquesa.

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JUEVES DE US&THEDEVIL!!!!

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Thomas Shelby.

El informe de inteligencia británica enumeraba todas las cosas horribles que le habían hecho a la subteniente durante las eternas horas en la que se había convertido en prisionera de guerra del otro bando.

Me restregué los ojos quitándome los lentes de lectura cuando tocaron a la puerta, John entró estirándome un sobre que tomé viéndolo expectante a que dijera algo.

– Le pediste a alguien que averiguara a algo de alguien – Explicó sacando un cigarro de mi cigarrera roja.

– Si.

– Ese alguien vino a dejar eso para ti – Anunció sentándose en la poltrona de enfrente para verme mientras abría el sobre.

Había estado pensando en ella desde que habíamos dejado Wembley, recordando la declaración de guerra que Alfred me había dado luego de visitar a la Subteniente.

Se me había hecho difícil sacarme de la cabeza esos ojos que me habían estado observando tan profundamente durante esa reunión, el cabello, la mancha alrededor de su ojo, haber leído los archivos me había revuelto el estómago.

Quería verla, pero no había encontrado la instancia, ni mucho menos el tiempo para llegar y abalanzarle a su casona sin aviso, mucho menos me había hecho el ánimo luego de recibir la llamada de Alfred dos noches atrás...

Era tarde, más allá de la media noche mientras yo seguía revisando los libros de contabilidad de la casa de apuestas, cuando el teléfono sobre el escritorio sonó haciéndome palidecer por unos cuantos segundos.

– Thomas Shelby – Respondí sosteniendo el teléfono contra mi oído para escuchar del otro lado.

– ¿Shelby? – La voz de Alfred al otro lado de la línea sonaba entusiasmada.

– Alfred, ¿qué ocurre? – Le respondí tratando de mantener un tono neutral, aunque ya sospechaba que tenía algo importante que contarme.

– ¿Qué tal tu noche, pequeño Timmy? – preguntó Alfred, con un tono que me puso alerta. – La mía fue de lo más interesante.

– ¿Ah, sí? – Respondí un tanto sarcástico mientras me reclinaba en mi poltrona, tratando de no revelar demasiado mi interés.

– Ya lo creo – Continuó Alfred del otro lado, su tono confiado me dejaba escuchar la sonrisa en su boca – Acompañé a Carmille a una fiesta esta noche, ya sabes, una de esas veladas elegantes.

Permanecí en silencio, permitiéndole continuar.

No iba a darle el placer de mostrarme que me tenía en ascuas.

¿Cómo se habían encontrado?

¿Había ido por ella?

Ciertamente estaba en desventaja viviendo en Birmingham y él en Londres, a sólo unos cuantos minutos de ella.

– Resultó que fui el afortunado en acompañarla – Añadió Alfred, disfrutando de compartir el detalle – Y, al final de la velada la llevé hasta su casa – era un maldito hijo de puta – ¿No quieres saber que paso?

– ¿Quieres contarme?

– Pedí su permiso para cortejarla – El peso de sus palabras cayó sobre mí. Había esperado algo así, pero no había anticipado que Alfred lo haría tan pronto.

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