CAPÍTULO 21

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CAPÍTULO 21

La Sangre de Scarleth

—Anoche que pase por su habitación a dejarle unas mantas extras porque las noches aquí suelen ser muy frías y casi me voy de espaldas de tanto tocar la puerta y llamarla, esos edredones pesan demasiado...pero bueno, lo importante es que logre abrir la puerta sin dejar caer ninguno al suelo.

—Debí estar profundamente dormida, no recuerdo haberte escuchado— miento con una extraña sonrisa en mi rostro. Toda la noche me la pase pensando y dando vueltas en la cama. Por un lado, estaba el hecho de que Frederick se había metido en problemas a muerte. Literal. Van lo dejo muy claro, pero no dijo la razón, y por otro lado estaba la mirada de Van antes de irse...esa mirada profunda capas de dejarme helada y sin palabras me estaba volviendo loca.

—¡Lista! — anuncia Yuri dándome un par de golpecillos por los hombros—ha quedado bellísima.

Tomo el espejo frente a mí, y lo elevo a la altura de mi cabello para observar el tocado y el peinado que me ha hecho Yuri. Consiste en un pequeño recogido entrelazado con un tocado de flores y hojas color vino y verde, dejando libre un pequeño flequillo, y parte de mi cabello que caía en cascada hasta mi cintura. Esta soy yo. Esta es Malena, no Cordelia, en el espejo solo estaba yo, mi verdadera yo.

Con ayuda de Yuri me pongo las sandalias altas que usare hoy, y antes de salir doy una última ojeada a mi reflejo en el espejo de cuerpo entero. El vestido que llevo es de color rojo en la parte de arriba y blanco con estampados de rosas en la falda. Lo escogí porque va atado al cuello y me ayuda a ocultar el calón. Bajamos hasta atravesar el puente de piedra, para posteriormente dirigirnos a la terraza en la que ya me esperaba Hansel para desayunar.

Pasamos por unas enormes puertas de mármol custodiadas por guardias igual de corpulentos que los de anoche y finalmente me encontré con Hansel. Estaba sentado frente a una pequeña mesa circular con un mantel blanco, con las piernas cruzadas observando el exterior, mientras bebía té de una delicada taza de porcelana. Viste una camisa blanca ajustada, que lleva recogida hasta los codos y un pantalón negro azulado. Avanzo hacia la mesa con cautela, sim embargo él se gira hacia mi antes de que yo pudiera acercarme más.

—¡Oh Alena! — exclama con una sonrisa, al tiempo que se pone de pie y se acerca para luego estrecharme en un abrazo.

—¿Dormiste bien? — pregunta mientras tira del espaldar de una silla y me hace un gesto para que tome asiento.

—Si, un poco, ¿y tú?

—No voy a mentirte, dormí como un bebé, no hay nada como el hogar, Sunland estaba bien, pero Faes...Faes es mi tierra y el lugar al que pertenezco.

—Entiendo, yo en tu lugar también extrañaría la tranquilidad que inspira el mar y el reino.

—Intranquilidad— me corrige— después de lo de anoche dejo de ser tranquilo a los ojos de mi padre y de algunos guardias. Bueno. a los ojos de todos en realidad, sí algo así vuelve a suceder entonces es probable que papá se reúna con los reyes de Oceanía, porque ya no sería normal.

—¿Los reyes de Oceanía frecuentan la superficie?

—No, para poder reunirse con ellos hay que hacer una cita, y viajar hasta el templo que se hunde, pero jamás en el mismo sitio.

—¿El templo que se hunde, pero jamás en el mismo sitio? Nunca había escuchado algo así, ¿Es una especie de palacio de reuniones?

—Nunca lo he visto en persona, pero se dice que es un templo marino que sale a flote cuando los reyes de Oceanía desean reunirse con alguien de la superficie, por eso lo llamaron el templo que se hunde, pero jamás en el mismo sitio.

Sunland ¿Una princesa de la realeza?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora