CAPÍTULO 31

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CAPÍTULO 31

EL PLAN DE LA REINA

Van y yo hablamos por un rato, hasta que mis ojos se cerraron por sí solos del cansancio. De lo poco que hablamos recuerdo haberle contado sobre mi estancia en el puente entre a vida y la muerte todo este tiempo, a lo que el sugirió que probablemente la vida no quería soltarme y entregarme a la muerte; al menos no aún. Por eso mi alma quedo retenida en el puente, mientras el mar se encargo de salvaguardar mi cuerpo.

Es algo extraño pensar en algo así. Es casi irreal decir que prácticamente volví de la muerte, pero es una realidad, una realidad que debe tener muy angustiada a Safiye. Por la muralla sabe que aún vivo, pero al no ser encontrada dentro del mar, las posibilidades de mi muerte son altas para ella.

Por otra parte, Van sí me busco durante el resto de la noche después de caer al agua. Pero a la mañana siguiente, cuando el sol resplandeció en el cielo, hizo dos cosas que podrían traernos problemas: Primero, espero que Safiye abandonara el palacio y estuviera camino al reino para atacarla a ella y a toda su comisión de guardias y sirvientes. Como resultado obtuvo la muerte de todos los soldados, y algunos sirvientes, pero Safiye se desvaneció como el humo dentro de su carruaje antes de que Van pudiera atacarla, probablemente utilizo un portal para huir al ver a su guardia derrotada.

Y segundo: No se molestó en cubrirse el rostro mientras propinaba el ataque, lo que quiere decir que Safiye pudo haberlo visto y reconocido como un vampiro. La única ventaja de esta situación es que el ataque lo dio fuera de Sunland, por lo que ella no sabe que hay un vampiro que puede entrar y salir a través de la muralla a su antojo, muy aparte de que, aunque Van no logro atacarla le dio un muy buen susto.

Por la mañana, me incorporé de golpe sobre la cama, casi di un respingo al ver que Frederick estaba frente a la cama con los ojos enrojecidos. Van, desde otra esquina lo veía con desaprobación.

—Majestad. ¡Es un milagro que siga con nosotros! —dijo con la voz entrecortada.

—Frederick —dije al tiempo que extendí los brazos hacia él. Pronto capto la señal y se acercó para rodearme en un fuerte abrazo. Entre nosotros ya no había protocolos ni nada por el estilo. Ahora que había sentido su ausencia, aprendí a valorarlo más. Entendí que más que un mago real, Frederick se ha convertido en un amigo. En un gran amigo y servidor. Uno, que se puso de mi lado a pesar de que tuviera a la reina madre y a todo el ejército en contra, un amigo que ha aceptado cada una de mis decisiones por más descabelladas que sean y me ha aconsejado en todo momento —aunque muchas veces me he molestado y no le he hecho caso —un amigo leal, un amigo de verdad, eso era Frederick.

—Suficiente —intervino Van apartándolo de mi —¿Está viva que no ves?

—Por lo mismo—bajo la mirada hacia mi —Discúlpeme majestad, es la emoción de saber que Sunland aún tiene esperanza de ser salvado.

—No tienes por qué disculparte Frederick. Yo también me siento aliviada de seguir con vida y de tenerlos conmigo. Durante el tiempo que estuvimos separados—paseé mi mirada entre los dos— me sentí..., sola, perdida y francamente no tenía ni idea de que hacer. Esto que paso me sirvió para darme cuenta de que más que un mago y un vampiro ustedes son una parte fundamental en mi vida.

—Y usted lo es en la nuestra, majestad, sin usted estaríamos perdidos—afirmo Frederick.

—Sin ti no habría razones por las cuales pelear —dijo Van en un tono de voz suave, uno que incluso Frederick se asombró de oír, lo supe porque de inmediato giro su cabeza hacia él con los ojos abiertos igual que dos platos.

Al ver mi mirada sobre Frederick, Van se percató de que lo estaba mirando, se giró hacia él y al chocarse con su mirada pregunto con voz más áspera.

Sunland ¿Una princesa de la realeza?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora