Capítulo 5

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Chantrea

¡Ha dado un nombre! Mis ojos van con lentitud a los ojos de Gremorian, ella no me esta viendo. Está observando a Ezra con la misma maldita sorpresa que tengo yo y algo más que puedo discernir que es furia. Niega la cabeza hacia Ezra y soy yo quien tiene unas terribles ganas de golpearlos a ambos.

¡Ella hizo posible esta mierda, ella debe resolverlo!

Pero sé que ella no podrá resolverlo, ni siquiera yo. Porque Ezra es así, lo descubrí, cuando tiene un plan, una meta, una idea, no para hasta lograrlo. La cosa es que tengo que saber su plan.

—No lo había visto por aquí —Leibda se le acerca con cierta mirada inquisitiva que no le había visto.

Gremorian voltea instintivamente hacia mí, claro, se ha dado cuenta de mi mirada sobre ella. Cruzo los brazos en el segundo que me ve, le regalo una sonrisa seca. Vuelve su vista a Leibda y al mismísimo 'Raksa'.

—Es nuevo, Leibda —agrega Gremorian corriendo a su lado.

Me quedo en mi sitio, con los brazos cruzados sobre mi pecho, observando toda la situación. Quiero ver como Gremorian salva la situación. Si es que lo logra.

Leibda parecerá ser una persona bastante inteligente, aun pese a la escena de hace rato. Sé que no se tragará cualquier cuento que Gremorian intente venderle, pero esa solo es una percepción que yo tengo. Gremorian debe conocerlo aun más. Pero ahí está, intentándolo.

—¡¿Es nuevo y lo pusiste con alguien tan importante?! —la voz de Leibda es seria, le esta reclamando. Parece preocupado, más que cualquier otra cosa.

No deja de ver a Ezra, como si quisiera entender quien es, como si quisiera develar sus secretos más oscuros.

Mis ojos se abren de golpe, pero recupero la compostura de inmediato. Había olvidado por completo los poderes de los ángeles. No son muchos en realidad, la mayoría de ellos solo tienen fuerza bruta que entrenan hasta el cansancio. Son una fuerza militar.

No tienen la coacción como la tienen los demonios, pero tienen a su merced el fuego eterno, cada uno de ellos es ungido llegada la hora con el fuego eterno. Aunque no he visto ninguno de esos ritos, se rumora que los colocan en piras a las que prenden fuego. Si sobreviven es que el fuego eterno los ha aceptado, si perecen, bueno, es porque no tenían que existir.

En algunos la flama eterna les permite tener ciertos poderes como determinar quien miente y quien no, ver almas, entrar en la cabeza de las personas para rebuscar sus recuerdos. La verdad es que los libros que tienen en la hueste tienen muy poca información. Después de todo es su ventaja. De ese modo, la hueste no sabe exactamente que esperar.

¿Aquí en la legión sería igual?

Es decir, tampoco sabrían de los poderes que tienen la hueste, me imagino que saben de la coacción, pero hasta ahí.

Gremorian abre la boca, pero no alcanza a decir nada, pues Leibda empieza hablar primero.

—¿Le hiciste algo? —lo confronta y soy yo quien se ofende de inmediato.

Resoplo sin pensar siquiera en como quedaré ante Leibda a quien justamente le estoy vendiendo mi cara de persona buena y honesta, lo que claramente no soy.

Leibda, Gremorian y Ezra voltean hacia mi respectivamente, tengo que tomar un poco de aire, dejo que mis manos caigan a mis costados, me hundo de hombros.

¿Miento, me muestro tal cual soy?

Opciones, decisiones y consecuencias, eso es la maldita vida.

Pero a mis 29 años, soy consciente de las consecuencias que forman las decisiones.

Un trato con los ángeles (2da parte) |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora