Capítulo 45

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Ezra

Ha matado a un semi dios, podemos alegar defensa persona, sí, pero eso no quita el hecho de que ha cometido el peor de los errores que puede cometer cualquier ángel, demonio o ser mágico.

"Los Dioses y sus descendientes son intocables y en caso de cometer un acto atroz, serán las leyes divinas las que castiguen o juzguen o den libertad de acuerdo con el caso. Aquel que ose violar las leyes será sometido al castigo máximo; la muerte".

Aunque si lo ponemos en perspectiva, Erebos nunca fue sometido a algún castigo... pero, así como me lo ha planteado Nyx, posiblemente la verdad que se cuenta sobre Erebos matando o intentando deshacerse de su padre no es más que una farsa.

Una farsa que han mantenido Lucifer, Erebos, los dioses, pero ¿por qué?

Max continúa llorando a su amiga que yace en el suelo y creo que nunca lo había visto tan destruido como en este momento, ni si quiera sabe que hacer, toca su cuello, ve su sangre, vuelve a ver sus ojos y golpea el suelo, gruñe, llora, grita, todo en momentos interminables.

Aidhen, su padre, solo nos ve, ve el cadáver del semi dios, las dagas capaces de matar a cualquier ser de origen inmortal, es como si en su cabeza un montón de cosas pasaran, como si planeara algo.

Vuelve a ver hacia atrás, a la habitación de reluciente rojo sangre y viseras, suspira decidido y sé que ahora tiene un plan que llevar a cabo.

La oscuridad comienza a invadir el espacio con lentitud, es el Dios que me trajo, como si leyera la mente de Aidhen quien solo chasquea la lengua. Se agacha delante de mí no sin antes ver como desliza una de las dagas hacia su poder antes de que la oscuridad nos deje sin una gota de luz.

—Tengo que llevármela a la ciudad de plata —murmura para que escuche, aunque soy consciente de que él también esta escuchando.

La oscuridad se vuelve más profunda, aprieto el cuerpo de Chantrea contra el mío en un intento por protegerla, no dejaré de ninguna manera que me la arrebaten, aun sí tengo que dirigir una guerra entera contra los Dioses. Nadie me la va a quitar y mucho menos me quitarán su vida. Eso no sucederá.

Las manos de Aidhen rozan las mías en un intento para que suelte a Trea. Me niego a soltarla cuando sé que esta tan rota y que el daño que puede sufrir si sigue andando en esta manera, puede ser colosal.

No la dejaré, fue un juramento, no dejaré que ella pierda el control de si misma y si la cedo en este momento, eso sucederá.

En todas las guerras hay una retirada para reajustar el plan, esta debe ser la nuestra.

—No puedes llevártela —resuena esa voz en la oscuridad. Tan uniforme, escuchándose por toda la oscuridad que nos cubre los ojos más no los sentidos.

Un codo choca con mí, no hace falta que adivine, sé que es Max, lo conozco bastante bien para saber la fuerza gradual que tiene, su presencia maligna, su magia.

—Nos vamos —me avisa con una profunda voz.

Suelto un suspiro cansado. Gruño cuando la oscuridad comienza a ir soltando su manto de poco en poco dejándonos ver el suelo en el que estamos, eso quiere decir que su presencia se verá pronto.

Reúno toda la fuerza que se concentra en mi cuerpo, buscando las sombras que se me han otorgado a través de mi trato con el rey Nishan; el verdadero rey de la oscuridad. Dejo que cubran lo que el dios comienza a dejar visible. El gruñido me hace entender que este ligero giro de trama no le ha parecido, pero no es lo que necesito, eso es apenas una distracción.

Un trato con los ángeles (2da parte) |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora