Capítulo 26

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Ezra

Es un plan muy arriesgado, pero a estas alturas de la situación, es lo único que nos asegura una ventaja sin tener que hacer lo que condenaría mi alma y la de Trea, así que es mejor intentarlo, agotar todos nuestros recursos hasta que lo ultimo que quede sea... la opción que matara a ambos.

Quito el ultimo grillete engulléndolo por las sombras, para evitar tocarlo, este cae al suelo, repiqueteando cuando cae. Es el único sonido que hace eco en la pequeña capilla.

Veo el rostro de Trea, tan neutra como sabe ser, cruzada de brazos, ignorando el nerviosismo, pero perfectamente preparada para lo que pueda pasar. Su padre, por su parte esta listo para la acción, tiene las manos a los costados y no deja de seguir los movimientos del letárgico Lucifer.

Mi madre por su parte esta quieta en su sitio, no se mueve, podría decir que ni siquiera esta respirando, simplemente esta existiendo, parpadeando de vez en cuando. Traga saliva. No saca la vista de Lucifer, como si esperara lo peor.

Su ira es legendaria y estamos a punto de probarla, pero lo hemos debilitado lo suficiente como para que sea "manejable", por los dos. Es una secuencia sencilla la que tenemos que seguir.

El ruido explota en forma de llamas y rugidos que rodean a Lucifer. Llamas lo protegen y soy consciente que lo que busca hacer es lograr recuperarse, pero no puede, ni podrá. Necesita más que sus llamas.

—Estoy dispuesto a comprobar lo que has dicho —la voz gutural de Lucifer toma todo espacio—, tocarlo y averiguar que pasa. —amenaza por las claras a Trea.

Aun así, no me muevo. Sigo esperando la indicación precisa para cortar su "recuperación".

—Oh, puedes intentarlo —Trea comienza a caminar con la calma perezosa de una persona creída. Sus tacones resuenan en el piso de cemento—, pero eso solo me hará enfurecer y no creo que quieras verme furiosa. —advierte revisándose las uñas.

Carajo. Desearía que su padre no estuviera aquí para tragármela completita. Quiero besar cada parte de su cuerpo, de sus pies hasta su maldita cabeza.

—Maldita mocosa estúpida, te he permitido demasiado —la voz gutural de Lucifer sube algunos decibeles. Y ese es mi momento de actuar—, pero ahora que tu vida no vale nada, es mejor terminarla.

Obligo a que las sombras consuman su fuego, sofocándolo, extinguiéndolo. Hay una lucha de casi un minuto en donde las llamas se rebelan, pero este es un pequeño secreto; la oscuridad puede extinguir todo. La oscuridad todo lo devora si lo dejas y Lucifer no esta tan lucido como para luchar contra sus propios demonios, su propia oscuridad. Tiene demasiadas culpas como para poder hacer algo al respecto.

Su figura humana se revela, sus muñecas están destrozadas, son carne viva con exposición de hueso, sus rasgos son demasiado angulosos, sus ojos están inyectados con el rojo de la sangre. Respira con dificultad por el sobre esfuerzo que esta haciendo al mantener esa forma que le exige más uso de su poder y mayor control.

Aidhen esta más cerca, con el ceño fruncido. Sé que le esta costando mucho trabajo el controlar sus instintos asesinos.

Las sombras aprietan su cuerpo humano, Trea se acerca aun más hasta llegar a mi lado. Las sombras lo obligan a caer arrodillado al piso, lucha contra ellas, su rostro se mueve bruscamente y los gruñidos que salen de su boca podrían ser una advertencia de la furia que se esta gestando dentro de él. Pero lo ocupamos así. Aun necesitamos más.

—No me gusta que amenacen a mi esposa, eso me enfurece a mí —me hundo de hombros caminando hasta donde esta Lucifer—. Tampoco me quieres ver enfurecido, padre. Al contrario de Trea, a mi me gusta jugar, torturar... y resulta que tengo los medios para hacerlo —sonrío con todo y dientes.

Un trato con los ángeles (2da parte) |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora