Capítulo 25

14 4 3
                                    


Chantrea

Entro al recinto viendo como Lucifer ha perdido el control. Soy consciente de la razón.

Su hija nos esta dando muchos problemas, más de los que desearíamos y más de los que podemos manejar. Suelto otro suspiro por lo bajo. Camino hasta Ezra, quedando en medio de él y de mi padre.

Mi padre comienza a sacudirse el polvo de su saco.

—Tú no eres capaz de hacer nada por nadie que no seas tú —me reta Lucifer—, y lo sabes.

Lo sé. Es una realidad.

Hubo un momento en que lo di todo por las personas en un intento por recibir el afecto que siempre busqué en los brazos de mi madre. Tarde me di cuenta de que nada iba llenar ese vacío y estaba siendo una idiota buscándolo en manos de parejas que me despreciaban como ella lo hacía. Porque era yo el problema y no ellos. Ellos solo me daban lo que tenían y yo daba lo que necesitaba, no estábamos en sintonía, pero si las heridas.

Después de eso me volví despiadada. Es lo que sucede con la terapia; descubres tus errores y te vuelves todo lo contrarío a lo que eras, si eras una sumisa te vuelves una perra, el objetivo es el balance. Yo no lo logre. Porque entendí que al final del día solo importo yo y ya.

Pero cuando Ezra apareció, con su maldita insistencia, con sus cansados juegos, con su terquedad. Fue rompiendo barreras. Es como un perro. Un perro del infierno claro, que escarbo tan profundo hasta que lo logró.

—La pregunta que quieres hacerme en realidad es: ¿Qué si estoy dispuesta a hacer algo por él? —suelto un suspiro—, bueno, tócalo y compruébalo. —lo reto.

Mi padre sonríe con la nariz mientras se cruza de brazos.

—No tengo miedo, Lucifer, a ti no, de hecho, a nadie. Ni siquiera Erebos me da miedo...

Lucifer interrumpe mi discurso con su risa.

—No, no tienes miedo de nosotros, pero ahora tienes una debilidad, ¿y adivina qué?, uno va contra la debilidad no contra la persona. —amenaza por las claras.

—¿Debilidad? —Ezra se aclara la garganta, un resoplido sale de su boca. Comienza a caminar hacia Lucifer—, ¿crees que soy una debilidad? —ladea la cabeza.

Ese tipo de cosas son las que hacen que lo haya elegido, que haya aceptado que entrará tan profundo, donde nadie más entro.

—Te quito la corona —se burla Lilith.

Ah sí, le pedí que viniera.

Sus tacones resuenan al tocar el suelo de piedra. Camina hasta detenerse donde estoy yo.

Ezra ni siquiera voltea a verla. Mantiene su vista en Lucifer que no se mueve. Esas cadenas cada vez están más incrustadas en sus muñecas.

—Un accesorio que no necesito cuando se sabe que el poder es mío —se cruza de brazos con la barbilla en alto.

Así es. Ezra tiene todo el maldito poder de la hueste. Él los tiene a mis pies.

—¿Poder? —resopla Lucifer—, no, muchacho, el poder es mío.

—Ah, ¿sí?, ¿por qué? —pregunta Ezra con una sonrisa de oreja a oreja.

—Porque soy el regente de toda la oscuridad, es mi nombre el que invocan en los aquelarres, es mi presencia la que temen los humanos. El poder es mío. —Lucifer acierta en todo lo que dice.

Pero es por eso por lo que estamos aquí y la razón tras el asesinato de Vienne.

No todo es caos, sangre y venganza. Bueno sí, pero no en esta ocasión.

Un trato con los ángeles (2da parte) |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora