Chantrea
Erebos esta jugando, tengo poco de conocerlo en realidad, pero si las memorias de Alexandría, los diarios de Victoria y las cartas de las demás no mienten, él esta jugando, está jugando con Louis.
¿Pero cuál es el papel de Leibda en todo esto? ¿Por qué Erebos lo escucha?
Tengo grandes desventajas en este maldito juego. Aun me duele la mandíbula y sé por el espejo que sus marcas están ahí.
—¿Una guerra? —es Belcebú quien interviene dejando la copa de oro que tenía en sus manos sobre la mesa. Espero que sean lo suficientemente listos para saber que no deben consumir nada de lo que este idiota les dé.
—Lo harían, ¿no? —alza su barbilla para señalarme—, por ella, ¿no?
El corazón comienza a latirme con rapidez y no sé si es Alexandría o soy yo misma, solo sé que me tengo que obligar a tragar saliva, a no sentirme tan sofocada, tan... ¿expuesta?
Louis voltea a verme, sus ojos me ven con plena tristeza, sé que él quería salvarme de esto, pero al final del día, solo era cuestión de tiempo.
—Si cree que lo haríamos, que lo llevaríamos a una guerra, ¿por qué invitarnos? —pregunta Louis volteando hacia Erebos.
Las aletas de mi nariz se abren intentando contener el aire. Intento no voltear a ver a Erebos, pero lo hago, él no me ve a mí, mantiene fija su mirada en Louis.
—Porque antes de la guerra siempre hay espacio para la diplomacia —suelta Erebos, toma asiento de vuelta, cruza sus piernas y lanza esa mirada de superioridad a todos.
—¿Es diplomático haberla raptado el día de nuestra boda? —contrarresta Louis.
Erebos lo voltea a ver, de arriba abajo, con esa risa que da repelús, tiene uno de los lados de sus labios elevado, pero para nada sé ve como lo hace Eros. Él da asco, miedo...
—Tu me invitaste sobrino —y esa fue una gran idiotez de su parte.
—Creí que hacia lo correcto —veo como las piernas de Louis tamborilean con la ansiedad corriendo por sus venas.
—Oh, sí, todos creemos que hacemos lo correcto. —Erebos suelta una risita, vuelve a ponerse de pie, se acerca a Raksa, le da una orden y me sorprende el control de Ezra ante la situación. Tal vez lo he subestimado.
Raksa camina hacia mí, recorre la silla y con un poco de cuidado me obliga a estar de pie, toma mis manos sosteniéndolas con las suyas, pegándolas a su armadura y haciendo que este detrás de ellos.
Leibda me observa con horror, traga saliva. Gremorian por su parte, sé que ve a Ezra más que a mí. Louis voltea de inmediato hacia mí, veo como su mandíbula se aprieta, como sus manos se vuelve puño. Me duele el corazón, retumba dolorosamente.
—Tranquila, no dejaré que nada te pase —me dice suavemente Ezra, audible solo para mí.
Tal vez ha notado como me tiembla el cuerpo, como mi frágil careta de invencible, se rompe. Porque tengo miedo. Pero no miedo por mí. Miedo de que Erebos sepa todo.
—Pero lo correcto no es esconder a la mujer que me ha pertenecido por siglos, la única que de verdad me importa, mi Alexandría —dice cuando camina con lentitud en mi dirección.
Las náuseas se acentúan en mis entrañas. Él camina hasta donde estoy, sujeta por Ezra. Erebos posa su mano en las marcas que me ha dejado. No agacho la cabeza, no me permito sentir miedo cuando lo veo. Solo lo veo y ya. Con ese ápice de orgullo que queda dentro de mí. ¡Él no me va a tener! A mi no.
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Un trato con los ángeles (2da parte) |TERMINADA|
Novela JuvenilChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...