Irene siempre supo que su vida no era normal. Pero el verdadero infierno llega cuando es vendida a un club en Miami. Traicionada, sola y sin salida, aprende que en su mundo la libertad tiene precio... y que a veces, la única salvación viene de quien...
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YA QUE LLEVABA EL BASTANTE TIEMPO VIVIENDO CON ENZO, DECIDÍ PREGUNTARLE POR UNA cosa que lleva atormentándome desde que salí de mi antiguo trabajo. Necesitaba traer a mi hermana conmigo.
Fui al salón principal, que era el lugar donde principalmente se encontraban los hermanos Ortega para hablar de sus negocios. Cuando llegué toqué y tras escuchar un "Adelante" entré en la sala.
— Enzo, me gustaría hablarte de una cosa. — Le dije una vez entré en la sala, donde se encontraban ambos hermanos con bastantes papeles sobre la mesa.
— Ya la has cagado, hermano. — Comentó Pepe mientras Enzo caminaba hacia mí.
El mayor de los Ortega tenía una fama contraria a Enzo, mientras que el menor era considerado responsable y cuidadoso, Pepe era un total caos. Siempre iba de chulo y despreocupado, era un Don Juan que volvía a todas las chicas locas, y eso a él le encantaba. Físicamente era parecido a su hermano, pero era más claro de piel y tenía el pelo más corto.
Fuimos al patio, el cual tenía una amplia piscina y un jardín lleno de vegetación. En ese momento nadie se encontraba allí, por lo que sería el lugar perfecto.
— ¿Qué necesitas? — Preguntó con una pequeña sonrisa que fue convirtiéndose en un semblante serio tras mirarme a los ojos. — ¿He hecho algo mal? ¿Alguien te ha hecho algo?
Yo negué ante ambas acusaciones. — No es nada de eso. Cuando me encontraste en aquel lugar no estaba yo sola, a mi hermana le pasó lo mismo que a mí y no quiero que siga estando en esa situación. Especialmente si está ella sola.
Mi hermana Sara ha sido un gran apoyo en mi vida, tanto en el club como en mi antigua casa, ambas éramos inseparables y aunque nos llevamos un año, siempre nos llamaban las gemelas.
— Lo que me pides es más de lo que esperaba.
— Si ya lo hiciste una vez, no veo el problema de una segunda vez. — Le reproché.
— Sé que no ves el problema. Cuando te vi, lo necesitaba, estaba cansado de estar solo en compañía de mi hermano y sus múltiples acompañantes. Necesitaba a alguien que entendiese lo que es estar solo cuando estás con gente. Por eso decidí buscar a alguien como tú, a ti.
Me quedé un rato en silencio, pensando. Le entendía, a mí me pasaba eso cuando estaba en el club, incluso en mi antigua casa. Pero no entendía que tenía que ver con mi hermana y el darle una mejor vida.
— Pero eso no es razón por la cual dejar a mi hermana en un lugar horrible siendo abusada y castigada. — Le dije casi gritando.
— No se va a hablar más de este tema, vamos dentro. — Contestó él también alzando la voz.
— No entiendo que te cuesta ayudar a una persona querida para mí.
— He dicho que vamos dentro. — Dijo esta vez cogiéndome del brazo y arrastrándome hacia dentro de la casa.