—¡Buen día, warmisita!(1)Se dice así, ¿no?
Doña Encarnación asistía puntual a los tratamientos homeopáticos. Su ánimo había mejorado mucho en el último año. El incayuyo tenía la propiedad de combatir la tristeza y la melancolía. Isaura también le administró pasionaria y cosquiyuyo como sedantes, para que su descanso fuera bueno, aunque la verdadera solución fue cuando la doña, sin imaginárselo siquiera, reaccionó: una noche, el marido llegó borracho y comenzó a insultarla y a tratarla de estéril, seca e inservible. La dama no le prestó atención. Ante esta indiferencia por parte de la esposa, se aprestó a pegarle una paliza, pero ella dijo basta y, con un palo de amasar, le pegó una tunda inolvidable. Nunca más el hombre se atrevió a levantarle la mano.
—Buen día, doña Encarna —devolvió Isaura con una media sonrisa, divertida de que la dama quisiera aprender palabras quechuas—. Ya tengo listos sus yuyos.
—Oiga, m'ija, no tendrá un tecito para hacerme adelgazar ¿no?
—Ajá, ¿así que anda coqueteando la doña? —se burló Isaura.
La mujerona se ruborizó y se adelantó a aclarar:
—Pero no, m'ija, ni Dios lo permita —se persignó—, eso es pecado mortal, es que... es que yo... quiero estar más liviana, nada más.
—Cuando una montura no sirve, hay que cambiarla —dijo risueña la más joven.
Isaura la aguijoneaba con estas conversaciones, pero sabía que la mujer era impecable y nunca se permitiría transgredir las normas de una sociedad dura y misógina. Sería la condena social de por vida.
—Pero no, hija, eso no —le dijo, nerviosa.
—Ya sé, doña Encarna, que usted es de las santas. Pero no se quede con la idea de que la estéril fue usted, porque eso no lo sabemos. Quizá el que tenía la simiente seca es su marido.
Encarna se quedó pensando. Estaban en una época en donde la mujer era siempre la responsable de la fecundidad. Sacudió la cabeza para sacudir los pensamientos y dijo:
—En fin, no hablemos más de esto. Te he traído un regalito, sé que vos crees en ella. —Y le extendió una medalla de oro macizo con la imagen de la Virgen del Valle de Catamarca. Isaura hizo ademán de rechazarla, pero la matrona fue implacable y se la clavó en la mano.
—De ninguna manera, moza, esto es tuyo y se queda aquí.
Fue la virgen que Isaura portó en el cuello hasta el día de su muerte.
Encarnación se fue contenta con sus pociones habituales, además unos yuyos que tenían un poder adelgazante: cina-cina y cola de gama. No pensó más en lo que le había dicho Isaura del marido, pero inauguró en secreto su independencia personal.
(1)Warmisita: niña linda.
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El linaje
أدب تاريخيCuatro mujeres unidas por más que la sangre... Magia, naturaleza, amores y desamores. Un linaje que inicia con Isaura en el Santiago del Estero de 1860 y continúa casi hasta la actualidad. Historia a publicarse próximamente con Editorial Vanadis.