Prólogo.

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Rias estaba aún procesando todo lo que estaba pasando.

Estaba a solo segundos de que se concrete su matrimonio con Riser, y fue en menos de un milisegundo que el tiempo se detuvo y muchos de los diablos en el lugar, además de ella y Riser, fueran rodeados por una potente luz y sean teletransportados a una sala desconocida, parecida a la de un cine.

“¿Dónde estamos, presidenta?”. – Rias miró a Issei, su peón, que había hecho aquella pregunta con una voz cargada de temor. No era para menos.

La aparente sala de cine estaba llena con los dioses principales de cada panteón reconocido, además de los propios Maous, Cadres, Arcángeles y Serafines del cielo.

Para sorpresa y miedo de muchos, algunos muertos se levantaron de su tumba, tales como los propios Elohim, Lucifer y los Maou originales, y los seres más poderosos como Gran Rojo y Ophis, además del propio Trihexa, que estaba encadenado con un extraño material que formaba las cadenas y lo mantenían indefenso.

“No lo se, Issei. Nadie parece saberlo…” – Rias miró como los ángeles al ver a su padre se acercaban a el, mientras el resto se ponía en guardia, listos para el ataque.

Elohim miró a sus hijos con una leve sonrisa, recibiéndolos sin problema alguno, pero estaba muy confundido. No todos los días eres revivido junto a tus hijos muertos.

Lucifer y los Maou originales, por otro lado, miraron a los diablos actuales con mucha duda. Los ojos del Lucifer original se movieron a la velocidad de la luz por toda la habitación, hasta encontrar a su hijo, que le devolvió la mirada.

Rizevim tembló levemente antes de soltar un suspiro cansado. Sentía que la muerte estaba tocando su puerta cuando notó el enojo y la decepción pura en los ojos tan brillantes y tan oscuros de su padre.

“Es sorprendente que, incluso muerto, no dejes de decepcionarme, Rizevim”. – Las palabras cortantes de Lucifer hicieron tragar en seco al demonio, que decidió quedarse callado antes de que su padre lo asesine por incompetente.

A su lado, Euclides miró a su amo con diversión.

Zeus miró a sus hermanos y demás dioses presentes, antes que sus ojos se desvíen hacía un calvo de piel pálida, con un tatuaje rojo recorriendo el lado izquierdo de su cuerpo, y una barba que lo hacía ver mucho más intimidante.

La mirada de ese calvo lo espanto.

“Zeus… todo el Olimpo nuevamente aquí…” – Kratos no sabía que había pasado, y el tener su hacha en mano era claro símbolo de como se sentía ahora mismo. A su lado, Atreus preparó su arco, sintiendo curiosidad al ver la mirada penetrante de su padre querer atravesar de lado a lado a un Dios, si la divinidad proveniente de el significaba eso.

“Parece que nos han secuestrado, hermano. Deberías tener cui- ¡Oh!...” – Varias miradas se posaron en Kratos, que levantó una cabeza parlante de su espalda baja, que miraba a las valquirias cerca de los pertenecientes al Panteón Nórdico, que miraban al Espartano, su hijo y la cabeza parlanchina con leve curiosidad.

Mimir quedó sorprendido al ver la belleza de las Valquirias presentes, pero no dijo nada cuando Kratos lo giró.

“¿Padre? ¿Madre?” – Varios se giraron al oír la voz casi quebrada de un hombre mayor a los 30, que con su cabello blanco parecía a un mayor. El mismo tenía a su lado otro hombre de su misma edad, con el cabello peinado hacía atrás, y una mirada entre oscura y sorprendida.

“Dante, Vergil… Hijos…” – Sparda se quedó quieto en su lugar, viendo a sus dos hijos ya mayores, e incluso más poderosos que el. Eva, su esposa, corrió y los abrazó, con ella llorando mientras sentía el fuerte abrazo de Dante, y como Vergil correspondía poco a poco.

Leyendo: "Naruto Lucifer: El Ángel Más Bello de Dios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora