Los Aidualcs

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Emilia amaba visitar a su abuela, vivía en diez casas de la suya en un barrio tranquilo. La abuela Zulma, como así la llamaba, tenía un cómodo sillón, donde Emilia pasaba la mayor parte de sus tardes. El frío invierno había arremetido con todo en aquella ciudad, por esa razón doña Zulma prendía la estufa para pasar una amena tarde con su nieta.

–Hoy te mostraré un libro– le informó su abuela mientras caminaba a la vieja y pequeña biblioteca.

–Abu, no soy una niña pequeña, a la cual le tengas que leer un cuento– dijo mientras limaba sus uñas sentada en aquel cómodo sillón.

Su abuela sonrió– Sí, lo sé, ya eres una adolescente, pero déjame enseñarte estas historias.

–¿Quién las escribió?– preguntó con el ceño fruncido, pues había dado la primera capa de esmalte y no le agradaba el color.

Su abuela sonrió y se sentó en una silla mecedora, la cual estaba frente al sillón que Emilia ocupaba.

—Yo,

Emilia dejó suspendida la pequeña brocha en el aire y su cara reflejaba sorpresa al escuchar que su abuela tenía un talento que desconocía.

–Veo que te he dejado sin habla– Sonrió y abrió aquel cuaderno que revelaba haber estado guardado durante mucho tiempo.

Su abuela no esperó una respuesta de ella, solo comenzó a leer las primeras líneas.

"Cuenta la historia que hace miles y miles de años, existía un pueblo llamado los Aidualc. Eran nativos de una tierra lejana, rodeada de montañas rocosas y unos ríos que las surcaban. Los Aidualc vivían arriba, en lo alto de una de las montañas más grandes. Aquellas tierras donde ellos vivían habían sido conquistadas por sus antepasados, pero en el mismo territorio que ahora habitaban vivían pueblos que para los Aidualc eran como espinas en sus pies.

Los Aidualc tenían un legado ancestral, eran guiados por una fuerza sobrenatural que ellos mismos desconocían. Las generaciones pasadas habían vivido épocas gloriosas junto a esta influencia, habían experimentado su gran poder, gracias a esa influencia habían logrado victorias infinitas contra reyes poderosos.

Pero había surgido una nueva generación que simplemente no sabía cómo conectarse o lidiar con dicha influencia, por esa razón ellos mismos lo llamaban. El Dios no conocido.

Los Aidualc eran un pueblo rebelde; en medio de este pueblo, se habían levantado jueces que trataban de encaminarlos por las enseñanzas de sus antepasados, pero estos ni a sus propios jueces obedecían.

Ellos eran escogidos para ser victoriosos, pero su tosca rebeldía no les dejaba ver el potencial que tenían."

Su abuela paró la lectura, dejando a Emilia con ganas de más.

-¿Eso es todo? –preguntó atónita.

-Ya es hora de descansar, Emilia– contestó mientras sus ojos se perdían en las llamas del cálido fuego.

— Emilia se acomodó en el sillón y por el rabillo del ojo vio a la enfermera que entraba en el cuarto. Ella sabía que había llegado la hora de marcharse.

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