Capítulo 10

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Ezra

Acomodo el cuello alto de la playera negra, cubre en su totalidad mi cuello, y la marca que sin querer Trea me hizo ayer. No quiero alardear de poseer un cuello perfecto, pero luce así, sobre todo con este tipo de playeras. Coloco el saco negro encima de la playera, doblo las mangas con cuidado hasta antes de llegar a los codos. Paso mis manos por el pantalón negro italiano, quitando unas pelusitas que se han ido por ahí.

Belcebú esta a mi lado. Sentado en el coche negro que nos llevará a destino. Gremorian ha planeado todo a la perfección para crear un perfecto balance en donde ninguna de las partes tenga ventaja sobre la otra.

Pero Gremorian no sabe que tantas cosas puedo hacer y estoy seguro de que tampoco sabe que tantas cosas puede hacer Erebos, aunque igual tiene una idea más clara si se trata de él.

—Es una mala idea —habla mi preciosa madre al lado de mi padre.

Ha decidido e insistido en venir, le he dicho que no, pero se ha montado en el coche, y la verdad es que no quería más conflictos, estoy harto de tantas peleas, de cosas de las que me tengo que hacer cargo, asuntos de los que realmente no quiero encargarme.

—Si hablas de tu asistencia, si, es mala idea —confirmo sin ganas.

—Este son el tipo de cosas por las que quería mantenerlo lejos —mi madre le reclama a mi padre.

—Estas son el tipo de cosas con las que él puede lidiar —mi padre me defiende innecesariamente.

Esto me harta, pero he aprendido a ignorar a mi madre.

El coche se detiene con suavidad, suelto un suspiro. Hoy por fin me llevaré a Trea a casa conmigo, aunque estoy consciente de que me tenderá condiciones con las que estoy dispuesto a debatir para llegar al mejor arreglo.

La puerta se abre gracias al chofer, no escucho lo que esta a punto de decir mi apreciada madre, solo salgo del coche. Ladeo la cabeza de un lado a otro, preparándome para la guerra, de ser necesario.

Observo el sitio. Han elegido un sitio en ruinas, antiguo, la piedra color arena esta perfecta en algunos lugares y en otros lados parece derretirse, solo hay mucha tierra deshecha. Hay un arco que la naturaleza a reclamado, salvajemente. Hay un camino adoquinado rojizo que guía hasta ese arco, sigo el camino indicado por el adoquín, paso debajo del arco, haciendo a un lado las enredaderas. Pasando del arco un patio sin techo se abre ampliamente de forma circular. Hay pilares redondos y anchos rodeando el lugar, sosteniendo el techo de tejas que rodea ese patio.

Hay ocho sillas formadas en circulo, demasiado distanciadas unas de otras y la veo.

Ella se pone de pie, trae un pantalón de cuero que resalta sus curvas, usa un top plateado que más bien parece un peto de armadura que se adapta a sus preciosas tetas, a su hermosa cintura. Pero es la otra mujer, la que estaba a su lado, la de cabello rubio, casi blanco la que se pone de pie, es ella quien se dirige hasta donde estoy. Ella lleva un vestido blanco corto elaborado de seda, tiene una falda pegada a sus curvas, a penas cubre su trasero, lleva una apertura enorme en 'v' que comienza desde la cintura hasta los hombros donde las mangas largas cubren sus brazos.

—No eres para tanto —juzga.

Enarco una ceja y eso me roba una sonrisa.

—Ahora dilo sin babear —me burlo.

Ella suelta una risa.

—Bueno, no puedo negar que eres apuesto, supongo que sabes coger que da miedo —dice ella mientras enreda uno de sus rubios cabellos en su dedo y se acerca a mí—, te gusta dominar, ¿verdad?

Un trato con los ángeles (2da parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora