Louis
Vienne peina de nueva cuenta el cabello rojizo de Amelia, en esta ocasión juega con su cabello haciendo un mar de trenzas, esta intentando hacer una corona de trenzas. Amelia no dice nada, simplemente abraza el peluche en forma de oso color negro que trae en las manos.
—Tenemos nueva reina —dice ella mientras sus pies se mueven en un vaivén. Sonríe con todo y dientes.
—¿De qué hablas? —pregunta Bastián quien esta leyendo un libro sentado en una esquina. No deja de leer cuando hace la pregunta.
—Ezra le acaba de entregar la corona a Chantrea —confirma.
Y mi corazón se comprime.
Bastián pasa saliva cuando el libro se cae de sus manos. Él sabe algo, sabe el curso del destino y lo que pasara.
—Ustedes deberían tener miedo, ¿no? —voltea a ver a Vienne con esa sonrisa, ladea la cabeza—, su reinado no será conocido por ser piadosa, ¿verdad Bastián?
—¿Eres adivina? —pregunta Vienne intentando calmar sus manos temblorosas, su voz temblorosa.
—Soy más que una simple adivina, Vienne —ladea la cabeza, voltea hacia Bastián. Vuelve a sonreír con todo y dientes.
—Amelia —reprende Bastián.
La razón por la que Bastián dejo su cargo nunca fue del todo esclarecida, solo sabe que no logro completar su misión, que fue demasiado para él. Nadie sabe nada de esa misión, solo los mismísimos dioses que se la han encomendado, pero hasta ellos mismos no han querido poner a nadie a cubrir esa misión. Y ahora me pregunto que tanto de esa misión tiene que ver con Ezra y Amelia.
Chantrea
—Ahora eres la reina... —sisea Erebos—, no espero menos de ti, abejita —asiente.
Suelto un suspiro con fuerza. Todos a nuestro alrededor siguen prostrados en el piso, guardando el debido respeto que me merezco.
—Mi título, Erebos, vamos, no te debe ser tan difícil —lo retó.
Las cosas que debí hacer para llegar aquí... bueno, no me enorgullezco, solo tuve que mover una pieza aquí, otra por allá, intentar sentirme culpable, cosas de ese estilo. En algún momento me disculparé con Ezra, pero hoy no será ese día. Él ha tenido suficiente y sé que tendrá más cuando su querida madre, Lilith se enfade por lo que acaba de hacer.
—Mis respetos, reina del inframundo —sonríe con dientes haciendo una pequeña reverencia con su cabeza.
—Rey —sonrío sin hacer ninguna reverencia—, levántense —ordeno y todos comienzan a incorporarse.
—Supongo que ahora tendré de invitada a la propia reina —dice Erebos sin quitarme los ojos de encima.
—Nunca tuviste a una prisionera, Erebos —respondo con la cabeza en alto.
—Nunca has sido una prisionera, Chantrea, siempre has sido más —suelta Erebos llevando sus manos detrás de su espalda—, pero dígame, reina, ¿habrá guerra? —ladea la cabeza.
Volteo para ver a Ezra. El juego es juntos, se lo prometí y aunque fue uno de los medios que utilice para conseguir lo que necesitaba, tengo que cumplir con mi palabra.
—La guerra se dará si usted la ofende —agrega Ezra en su papel.
Ambos tenemos cartas bajo la manga. Ambos estamos jugando con la misma pieza. Y Ezra no es un rey inservible y de adorno. Ezra es la muerte. Amelia es la guerra. Nos faltan dos jinetes, ¿no es así?
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Un trato con los ángeles (2da parte)
Ficção AdolescenteChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...