Chantrea
Mi padre es el hombre que más he querido en esta vida. Desde que aprendí a gatear, seguí sus pasos. Recuerdo que a todos en casa se les hizo un gesto gracioso, pero desde ahí, no me aparte de él. Siempre estaba agarrada a sus piernas, era una cosa pequeña y chica que estaba ahí a su lado. Por lo que siempre he buscado ser como él es, alguien integro, poderoso, que no se rinde y eso es lo que me he traído hasta aquí. Él me ha enseñado todo lo que sé, lo bueno y lo malo. Me ha enseñado a hacer las cosas y siempre ha estado ahí para recoger mis pedazos en caso de que las cosas no salgan como yo quiero... y para cerrar la jaula evitando que saliera.
Mi papá ha sido muchas cosas, pero algunos años entendí que él era quien me había encerrado en una jaula de oro, con todo a mi alcance y nada a la vez. Mis esfuerzos por salir de la jaula lo obligaban a extender la jaula haciéndome creer que era libre. Hasta que un día, la jaula se mostro ante mí y a él no le quedo de otra que dejarme salir y volar. No quiso hacerlo, pero fue obligado.
Al final, prefirió desvanecerse antes que verme intentar volar. Porque cuando un pájaro no aprende a volar, se estrella, cae al precipicio, se pierde. Eso es justo lo que me paso, pero no me rendí. Subí de nuevo, me impulsé y volé, volé tan alto como pude... porque me atreví.
Pero ahora, que la verdad ha sido liberada, mis alas tiemblan, amenazan con resquebrajarse y dejarme en la nada, dejando meras plumas en su encuentro.
—Has crecido demasiado bien —comenta mi padre que continúa caminando a mi paso.
Louis, Ezra, Halley y Max se han quedado en la casa, aunque no puedo evitar sentir la mirada de Ezra en mi espalda. No esta contento con que lo halla sacado de la jugada... pero a mi papá no parece agradarle y considerando el como es Ezra, no será un caballero sumiso. No necesito ese tipo de problemas en este momento.
—Así que un ángel —voy directo al tema que necesito abordar.
Y hay una sola idea que no ha dejado de rondarme la maldita cabeza... ¿Lucifer lo sabía?
—No es una carta de presentación que le das a tus hijos —sonríe irónico.
Mi padre siempre ha sido un hombre que gusta de bromear, aunque no siempre se le ha dado bien, tiene ese sarcasmo y esos elementos de ironía que raya en ofensas a los demás.
—No, pero sí que pudo haber solucionado alguno que otro de mis problemas —me hundo de hombros jugando con la ironía que él maneja.
—¿Qué harías, los asustarías con alas blancas y piel dorada?, no, Chan, tu ya los asustabas sin necesidad de eso. —suelta una risita—, todavía recuerdo cuando me llamaron de la dirección en la primera escuela de monjas en la que tu madre insistió en inscribirte y como hiciste llorar a una pequeña haciéndole creer que el demonio estaba pegado a ella.
Ambos reímos con el recuerdo. Claro que lo recuerdo. Recuerdo a la niña llorando y yo asegurando fehacientemente que el demonio estaba ahí, recuerdo haber hecho como que nos dábamos la mano.
Si lo pienso detenidamente, tal vez manifesté mi futuro.
—Recuerdo la decepción de mamá, pero tu me compraste uno de mis chocolates favoritos. —estoy orgullosa.
Su mano se pasa por mis hombros, apretándome en un abrazo, jalándome a su lado, cariñosamente.
Lo había extrañado tanto.
—Pero ese no es el tema de que quieres hablar, ¿no?, mi niña —detiene su caminar colocándose de frente a mí.
Lo imito volteando mi cuerpo hacia él.
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Un trato con los ángeles (2da parte)
Novela JuvenilChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...