Dhalin
Tuve un sueño durante mucho tiempo, un sueño que quería proteger por lo profundo que era y la fuerza con lo que lo sentía; mi sueño era este hombre frente a mi que se esta debatiendo entre si darme por perdida o luchar por la luz que quiso plantar en mí. Pero la oscuridad siempre trae oscuridad.
Mi padre me doto de oscuridad y ganas de venganza, mi madre me doto de odio puro y aquí estoy yo. Viéndolo a los ojos, buscando que lidie con la idea de lo que fue. Que la dulzura se perdió.
Dejé que creyera durante mucho tiempo que lo había logrado, que había salvado las partes más oscuras de mi alma, hasta yo misma quise creer, quise jugar su juego de artista herida, buscando transformar toda la oscuridad y dolor en arte. Y cuando le mostraba retazos de oscuridad, él los ocultaba, nos intentaba convencer a ambos de que no pasaba nada, que todo volvía a la normalidad y yo le creía.
Luche contra el impulso que me obligaba a tomar el lugar para el que fui predestinado, luche contra la oscuridad que palmeaba el ser que él deseaba ver luminoso.
Pero uno no siempre puede ir contra corriente, porque al final del día uno se cansa y las manos rápidas de la oscuridad te alcanzan y te arrastran.
Quien dijo que la oscuridad es mala es porque no conoce la oscuridad en realidad; la oscuridad no es más que la falta de luz, es ver ese ser que se esconde en las sombras y aceptarlo.
Aquel que rechaza las sombras, que le tiene miedo, es porque tiene miedo de si mismo, miedo de ver en que se convierte cuando la luz se apaga.
Sonrío hacia mi abuela que suelta un resoplido, bastante molesta de que no la deje continuar su teatro de buena bruja. No es buena y no es bruja.
Es simplemente mi abuela, la madre de Alexandría. Una de las únicas sobrevivientes de la raza Alexandría que ha sabido mimetizarse con su entorno.
—¿Alguien sabe por qué es ciega? —pregunto en vista de que nadie quiere hablar y esto se está tornando aburrido.
—Dhalin —gruñe ella a manera de regaño.
—Abuela —entorno los ojos, suelto un suspiro, vuelvo a sonreír—. Mi abuela es la madre de Alexandría, en realidad es la única superviviente de la masacre a la raza de mi madre. Es ciega porque se hechizo para quitar el característico violeta de sus ojos. No es bruja, tiene una conexión privada con los dioses que en realidad era lo que tenía las Alexandria, eso y la premonición. Ella lo ve todo, mi querida abuela —le regalo un guiño de ojo—, ella te dio los antídotos para mantenerme lejos de la oscuridad, aunque como pueden ver, cuando la oscuridad esta en uno, simplemente no se controla ni se disipa, solo esta ahí.
Bastián da unos pasos acercándose a donde estoy, pero es Belcebú quien extiende su brazo hacia su costado evitando que dé más pasos hacia donde estoy. Inteligente de su parte, pero también me ofende. Nunca podría hacerle daño a Bastián... observo las heridas en su cuello y me arrepiento. Tal vez sí puedo hacerle daño.
—Pero no estamos aquí por eso, sino porque me están buscando, no solo tú, los dioses también, algo así como que soy la llave de un cataclismo, ¿no? —doy unos pasos hasta donde esta Belcebú—, lo soy, mi muerte desataría el caos del mundo entero —sonrío con dientes—, mi papá es bastante dramático cuando se lo propone. Tal parece que los dioses pueden ser muy poderosos, pero un corazón roto los mata.
—Entonces es mejor que vuelvas a ocultarte —veo la preocupación en los ojos de Bas, el amor con el que me cuido, con el que intento borrar siglos tras siglos la huella de mi existencia para darme una nueva vida.
ESTÁS LEYENDO
Un trato con los ángeles (2da parte)
Novela JuvenilChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...