Chantrea
Observo mi reflejo en el espejo, mi cabello recogido en una coleta, los ojos violetas que me identifican, los pantalones negros que van a juego con el saco negro y la camisa blanca.
No puedo reconocerme y de eso se trata. Ya no soy Chantre De'Ath, ahora soy Chantrea, la reina de la hueste demoniaca, la esposa del semi dios de los infiernos, la descendiente de Alexandría, la hija de un ángel.
Suelto un suspiro bajo y me permito sentirme débil por unos cuantos segundos, trago saliva. Permito ver el miedo reflejado en mis ojos, el dolor, porque es la ultima vez que lo veré. Es la ultima vez que vere una pista de emoción.
—Mi reina —escucho la voz grave como un tarareo grave.
Regreso el miedo al abismo donde debe de estar, guardo esos sentimientos. Hay una guerra que ganar... y un verdugo que aniquilar.
Volteo para verlo, está sentado en la cama, con sus brazos cruzados, observa con detenimiento cada parte de mi cuerpo, como si quisiera grabarse en la memoria cada parte de mí. No necesita grabarse nada, él conoce todo de mí y yo conozco todo de él. Tiene el poder sobre mí. Me quiere ver arrodillada, lo haré, solo por él.
—Estas aquí —camino hasta donde se encuentra, él no tarda en tomar mi mano para jalar de ella.
Sus manos envuelven mis caderas, me dejo envolver por el momento subiéndome a horcajadas sobre él.
—¿Cómo debo sentirme de saber que has elegido como tu escudero a mi querido hermano? —pregunta y puedo escuchar los celos grabados en el tono de su voz.
Mi mano se posa en su mejilla, mis labios rozan los suyos y de repente no sé como haré para sobrevivir sin esto y sin esos intensos ojos grises que me observan con tanta necesidad. Sus manos se aprietan más cuando llegan a mi cintura.
—¿Son celos, Ezra? —mis labios juegan encima de los suyos, no presiono, simplemente mi mirada pasa de sus ojos a sus labios.
Siento su furia, la pasión, la tensión y justo ahora me arrepiento de haberme vestido o traer un estúpido pantalón.
—¿Celos, mi reina? —murmura con esa voz grave sobre mis labios y siento que me derrito. Presiona mis labios y de pronto soy yo quien persigue sus labios—, carajo, sí —murmura arrebatándome un beso que me quita el aliento, su lengua se mezcla furiosa con la mía que esta llena de necesidad—, celos de todo aquel que te vea porque no debería, celos de aquel que este cerca de ti y no sea yo, celos del maldito aire que puede tocarte en cualquier momento.
El beso toma mayor intensidad, mis manos encadenan su cuello, sus manos aprietan mi cintura y trasero. En este momento solo existimos él y yo. La facilidad con la que podemos unirnos y el mundo deja de existir es algo que siempre me ha sorprendido de ambos. Esa conexión que se ha vuelto invencible, que quema si te intentas acercar, que nos mantiene consumiéndonos uno al otro, pero no permite que nos apaguemos.
Sus manos se posan en mis hombros, comienzan a bajar lentamente el saco, despojándome de él, lo avienta sin mayor problema al piso.
—¿Eso querías escuchar? —besa mi cuello obligándome a arquear mi espalda tras la sensación.
Sus manos corren a los botones de mi camisa deshaciéndose de ellos de uno en uno con toda la paciencia que cabe en él. Sus labios vuelven a mi cuello robándome un gemido. Meso mis caderas sobre su erección, liberando esa presión que quema en medio de mis piernas. Asiento en respuesta a su pregunta.
—Porque ahora quiero que escuches algo más —suelta el ultimo botón.
Me despoja de la camisa, hace crecer una de sus garrar reventando el sostén blanco de encaje liberando mis pechos que rebotan en cuanto sienten la libertad.
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Un trato con los ángeles (2da parte)
Novela JuvenilChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...