Chantrea
La oscuridad se funde con el gris de sus ojos. No es Ezra de quien estoy enfrente, es de un jodido demonio.
Llego hasta el reclinatorio. Dejo caer una rodilla primero y luego la otra hincándome por completo.
Suelto un suspiro cansado.
—Ahora, entras en control —gruñe.
Camina hasta la mesa ceremonial, toma algo que estaba ahí y no vi, lo arrastra sobre la mesa hasta que lo saca de la mesa. Lo veo en su esplendor, es una fusta negra de cuero con un suave látigo integrado. Mis ojos se abren de par en par. Me dispongo a ponerme de pie, pero sus sombras ya me han anclado al piso. ¡Maldita sea!
—¡Ezra como un demonio! —gruño cuando intento zafarme de las sombras.
Busco mi magia, la explosión que siento cuando la tengo, pero no está.
—Una disculpa, Chantrea, pero contigo ninguna medida es suficiente. —se acerca, juega con la fusta tomando el dije de cruz que cuelga en mi pecho—, esta cosita de aquí esta hecha para limitar tu magia.
La fusta me rodea, no alcanzo a sentir su toque debido a la ropa. Me rodea dejándome a su merced. A la merced de lo que parece ser un demonio vengativo.
Llega a mi espalda, suelta una risa que resuena en el sitio. No es una risa serena, es una demoniaca que retumba en mis adentros. Trago saliva.
Siento todo menos sus manos, es otra cosa lo que me rasga la tela de la espalda, el filo me quema cuando se rompe cuando la tela deja descubierta mi espalda. El frio me recorre la espalda, el cuerpo, me pone en alerta. No es normal. Las uñas largas me rasgan más de la piel.
¿Uñas largas?
¿Ezra tiene uñas largas?
Intento voltear, pero un latigazo de improvisto en la espalda me golpea manteniéndome en mi sitio. Algo parecido a una serpiente comienza a envolverse en mi pierna izquierda y tengo que aguantar la respiración.
—Querías al demonio, Chantrea, aquí esta el demonio —la voz gutural, gruesa, llena de humo me llena, me destroza, me siembra un miedo que se arraiga y me congelo.
No puedo responder, no creo ser capaz si quiera de moverme. Trago saliva y siento que he olvidado como respirar. Sus uñas tocan mi espalda y soy incapaz de moverme, se acerca y siento su presencia, el frio. Sus manos recorren mi espalda hasta llegar a mis senos desnudos, siento como sus manos frías aprietan mis senos. Mis puntas turgentes ya están reaccionando a él. Encaja sus uñas cuando aprieta mis senos. Estoy consciente del ardor que me deja, pero ni siquiera puedo gritar. Estoy sin palabras. Y creo que por primera vez tengo miedo.
—Eso es, Trea —su voz distorsionada crea sentimientos encontrados en mis adentros.
Sus manos deshacen el camino en mi cuerpo, llegan a mi nuca, justo en mi cuello. Aprieta sus manos alrededor de mi cuello, me pone de pie con una facilidad que no puedo siquiera imaginar por qué.
Volteo a mis piernas, exactamente en la pierna izquierda, si hay algo ahí trepando. Es... es... es una cola. Es una cola negra.
Me congelo cuando coloca mi cuerpo contra la mesa ceremonial, cuando mis pechos se comprimen contra la mesa ante su toque fuerte que me somete.
Su cola sube mas por mi pierna, apretando, trepando en círculos por mi pierna, atrapándola hasta que llega en la humedad entre mis piernas.
Siento lo circular y grueso de su cola en mi entrada, moviéndose perezosamente en círculos, amenazándome.
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Un trato con los ángeles (2da parte)
Teen FictionChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...