Ezra
Trea está revisando unos últimos detalles con Max y Halley en la sala, llevan un rato discutiendo sobre el mismo "déjame ir", "Louis no te servirá de nada", y la verdad es que coincido con ellos, pero también sé que al hacer esto, al mantenerlos lejos, mantiene sus debilidades fuera de la vista de Erebos. Si Erebos supiera de la existencia de ellos, muy posiblemente ya los hubiera usado y obligado a Trea a tomar una decisión sobre su vida.
Por su parte, tengo a Louis frente a mí, sentado en la silla frente al escritorio negro, ladeo la cabeza para verlo. Algo parece diferente en él, no sé que sea y tal vez si prestara un poco más de atención podría darme cuenta, sin embargo, Louis me es indiferente, solo lo arrastre al despacho para dejar las cosas claras antes de su partida. Él también tiene un papel que jugar y es proteger a Trea, de ser necesario hasta con su propia vida, que para el caso importa menos que nada.
—¿Debo recordarte tu deber? —pregunto desde mi asiento de cuero.
No sonríe, sus ojos se levantan y chocan con los míos.
—No necesitas decirme una y otra vez que la proteja, la amo lo suficiente para no dejar que nada le haga daño. —replica.
Un resoplido sale de mi boca.
—Permíteme reírme de tu insolencia, pero espero que de verdad lo lleves a cabo, Louis, no quiero sorpresas, no me gustan. —advierto y amenazo entre las palabras.
Uno de los extremos de los labios de Louis tironea hacia arriba.
—¿Miedo, Ezra? —pregunta con ese tono burlón.
—¿De qué debo temer? —lanzo mi cuerpo hacia adelante, poniendo mis codos sobre el escritorio, enlazo mis manos y descanso mi barbilla ahí.
—De que te quite a Chantrea. —sonríe completamente.
La risa me gana.
—¿De verdad? —niego con la cabeza. Me pongo de píe.
—Claro, después de todo fue mía primero —sube su pierna izquierda a su rodilla derecha con esa sonrisa cínica.
—Claro, claro —me pongo de pie—, solo que has olvidado un detalle, hermano —le regalo un guiño de ojo cuando recargo mi trasero en el escritorio frente a él—, yo soy irremplazable —sonrío con todo y dientes—, tú, bueno, eres nada. Estas en esta posición porque no supones un riesgo. —ladeo la cabeza—, si te perdemos a ti, no perdemos nada en realidad, pero tómalo como un halago de parte de mi mujer, una pequeña consideración por matar a Vienne. —sonrío aún más.
—¡Fue mi mujer primero! —la furia le gana y gruñe cuando se pone de pie.
—Curioso, también fue mi mujer cuando era tu mujer —le regalo un guiño de ojo.
La puerta se abre cuando Louis está a punto de decir algo dejando entrar a Trea tan maravillosa y hermosa como ella solo pueda hacer. Entra sin prestar atención a lo que está pasando, camina como una diosa hasta llegar a mí, presiona sus labios contra los míos y con eso es suficiente para demostrarle a Louis, que, en este juego, el único perdedor es él.
—Te veo en un par de días —murmura sobre mis labios y quiero encadenarla para que no se vaya.
—Cuídate, Trea —vuelvo a besar sus labios.
Chantrea
La ciudad de plata se abre majestuosa ante nuestros ojos, destellante con sus cristales, sus tonos plateados y dorados que deslumbran ante la brillante luz del sol que cubre todo a su paso.
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Un trato con los ángeles (2da parte)
Roman pour AdolescentsChantrea ha descubierto un armario lleno de los cuerpos que la representaron en años pasados. El culpable esta frente a ella, con esos ojos dorados, sirviendole todos sus deseos en una bandeja de plata. Solo debe morder la manzana y decidir ser de é...