Mío, mío, mío, todo él era mío.
Mío para amar, mío para lastimar, mío para adorar.
-Aaahhh.- Gemía mi dulce niño. Su voz era hermosa. Percefone podía cantar las alabanzas más celestiales, pero cuando estaba debajo de mí mientras yo lo penetrraba salvajemente esa voz se convertía en poesía para mis oídos.
-Di mi nombre, cariño.- Le dije. Cada embestida era más ruda que la anterior, sacándole lágrimas de dolor y placer. -Di el nombre del Dios que te está haciendo ver las estrellas en el infierno.
-Hades.- Susurraba. -Por favor, más duro. Quiero más...
-¿Más duro?- Me burlé. -¿Qué diría tu madre si viera a su encantador niño ángel reducido a una pequeña zorrilla debajo del Dios más cruel y vil del inframundo?- Mis palabras tenían la intensión de calentarlo, pero, para mi sorpresa, su cara se contrajo con lágrimas de tristeza y dolor.
-Es cierto...- Dijo en voz suave. -Soy de lo peor, cuando me tomaste no di resistencia, estuve de acuerdo en todo. Yo...yo soy...yo soy una persona horrible, yo...
Lo callé con un beso sucio, mientras volví a penetrarlo.
-Eres lo más hermoso y puro que han visto mis ojos. Tu vida le da sentido a la mía, cada respiración tuya le da a mi alma años de vida y lucho constantemente con mi obsesión por ti. Cuando te miré, supe que tenía que estar a tu lado. Mi inmortalidad la quiero compartir contigo y cada segundo que pasa sin hacerte mi rey son segundos que sufro una enorme agonía.
-Amor...- Percefone me tomó del cuello y me acercó aún más a él. Estábamos teniendo relaciones en los jardines que él había sembrado y cuidado desde que llegó al infierno, hacia casi seis mes, él estaba sobre miles y miles de rosas negras, su piel tan blanca como la nieve hacia un contraste tan hermoso que solo quería poner mis manos sobre él para marcarlo y que se vieran los moretones y mordiscos que le había hecho. -Te amo tanto, yo también anhelo cada momento a tu lado. Mi corazón te pertenece mucho antes de venir aquí.
Ante mi cara confusa, él solo me besó y susurró.
-Te vi discutir con mi madre. Creo que querías hacer las cosas bien y fuiste a hablar con ella, pero sus gritos se escucharon por todo el lugar. Sin embargo, eso no me impidió ocultarme y mirarte desde el jardín. Te veías tan imponente y salvaje. Pero creo que los seis meses están por terminar y según Demeter y Zeus solo puedo permanecer a tu lado por...
Con una última penetracion le di un orgasmo en el que su cuerpo convulsionó deliciosamente. Con unas últimas embestidas, yo le seguí después. Permanecí dentro de él, acostado encima de su frágil cuerpo porque sabía que le gustaba la presión que ejercía sobre su encantador cuerpo.
-Tu madre y mi hermano me importan una mierda.
Él rió angelicalmente.
-No debería estar feliz contigo. Pero siento que mi corazón podría explotar cada vez que me miras. Aunque debí hacerte trabajar más.- Su mano me daba cariño en mi cabello y con la otra flotaba mi espalda baja. Ambos nos dábamos besos en cualquier parte que podíamos tocar la piel del otro. -Soy una fácil. Me arrodillé ante ti en el segundo en que me besaste.
-No hables así de ti. Ambos nos necesitábamos y queríamos, por eso nuestras almas no reaccionaron mal, porque ya se conocían.- Luego de un segundo agregué. -Zeus, por otro lado, ese si es una facilota.
Me dio un manotazo.
-Mi padre es de lo peor, pero tengo el presentimiento que ha estado inquieto por cierto bibliotecario de la tierra.
-¿Qué?- Dije sin esperarlo. -¿Cómo lo sabes?
-Todos en el Olimpo lo saben, no se habla de otra cosa. Hera está furiosa.
-Típico.
-¿No habías escuchado nada?
-No. Pero es algo obvio. Todos mis sentidos tenían atención exclusivamente en ti y en tu delicioso culo.
-HADES.- Se avergonzó mi hermoso niño.
-Lo siento.
Luego de un rato, Percefone puso una cara triste.
-Hablando en serio, cariño. El invierno pronto terminará y mi madre querrá que vuelva, ¿Qué haremos?
-No te preocupes. Si alguien quiere separarte de mí, con gusto pueden intentarlo. Conocerán la inmensidad del Dios del inframundo, los arruinaré hasta hacerlos polvo.
-¿Incluso a Zeus, a mi madre...?
Lo miré posesivamente.
-Destruiría el mismísimo Olimpo si alguien se atreviera a tocarte un cabello dorado o separte de mí.
-Yo también, amor.- Me miró y por primera vez vi en sus ojos una oscuridad que no había visto nunca en su celestial energía. -Si alguien intentara separarnos, conocería la ira del segundo rey del inframundo.
Mi corazón dio un vuelco y mi miembro dentro de él comenzó a ponerse mucho más grande. Mi hermoso ángel solo dio un rico gemido.
-Quiero hacerlo otra vez.- Dijo. -Ahora mucho más duro. Marca a tu rey. Que todos los Dioses se enteren a quien le pertenezco.
-Tus deseos son ordenes.
Y con eso, nos olvidamos del mundo. Solo existiamos él y yo y así sería por el resto de nuestra inmortalidad.
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Corazones entrelazados
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