Una noche de invierno

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-Will...- Hannibal veía a Will de manera apacible, intentando que su voz se escuchara suave y que el hombre que lo tenía esposado con las manos atras de una silla en un viejo sótano abandonado no se sintiera acorralado e hiciera una tontería con la pistola que tenía bien sujeta en su mano derecha. -No es propio de ti ser tan volátil, las cuerdas dejarán marca.- Dije lo último como un pensamiento intrínseco.

-No me digas lo que es propio de mí, perdiste el derecho de saberlo desde hace mucho tiempo.- Su voz sonaba entrecortada y sabía qie no era por el invierno que se extendía entre nosotros. Diciembre podría ser tan angelical como se pudiera pensar, pero para otros era el más terrible frío que se escapaba entre los dientes.

-Si no puedo opinar y ya no quieres saber de mí, ¿Por qué estoy atado a esta silla?

-Porque quiero.- Tan simple como eso. Una afirmación tan fácil de decir, pero que llevaba tanto peso sobre nuestros hombros.- Porque me dejaste...- Se le quebró la última frase sonando afligido.

-Creí que la idea de separarnos era para no saber nada el uno del otro.

Con velocidad y de manera salvaje soltó el arma y se posicionó entre mis rodillas y me tomó la cara con sus manos. Sus uñas se clavaron entre mis mejillas. Su cabello estaba aún más despeinado, las ojeras de sus ojos era indicadores de su horrible insomnio y si bajaba la vista podía notar su esquelético cuerpo.

No bajé la vista.

-Me dejaste...- Volvió a repetir. -No dejaré que vuelvas a hacerlo.- Sus ojos se veían con una locura que nunca había estado ahí antes. -Podemos irnos a Europa, o irnos a una isla. Siempre quisiste conocer Cuba, podemos irnos a ese lugar y olvidarnos de todo.

Su cara estaba a centímetros de la mía. Si susurraba solo un poco, nuestros labios se encontrarían.

-Cuba fue un sueño que tuve para un empatico con autismo y mi persona. Una mera fantasía que creí, en su momento, sería la idea que nos ayudaría a solucionar los problemas que todo el mundo nos quería lanzar.

-No es un sueño, cariño. Puede ser una hermosa realidad.- Aún más cerca. Su aliento justo debajo de mi nariz. -Podemos escapar juntos, ahora, esta noche.- Su cara tan iluminada y esperanzada que hizo, que luego de todo este tiempo, lo mirara a los ojos directamente.

-Que curioso, esas palabras fueron exactamente las que te dije hace muchos meses. Sin embargo, no recibí la noticia que esperaba ¿Cierto?- Su cara cambió, como si le hubiese dado un golpe. -¿Qué hiciste Will? ¿Qué hiciste cuando te puse mi corazón en la mesa?

-Hannibal...

-Llamaste a los federales. Y no solo eso. Debías hacer algo más trascendental, llamaste a Lounds para que mi cara y mi cuerpo arrodillado, junto a mis manos esposadas fueran lo primero que se viera en la portada de los periódicos.

-Yo no la llamé, te lo juro.

-¿Pero si llamaste a la policía?

-Yo...

-Y yo, como él tonto sentimental que soy, me entregué para que supieras donde encontrarme si en algún momento me necesitabas.

-Pero escapaste.

-No. Me liberaron, no sé el por qué o si en algún punto debo pagar esa ayuda. Pero con todos los federales muertos y la oportunidad de una nueva vida libre...bueno, no soy tan tonto como para no hacer ese trato con el diablo y ahora, luego de meses, donde por fin intento establecerme, vienes y me secuestras. Francamente no sé que pensar. Tienes razón, hace mucho tiempo dejé de saber que pasa por tu mente.

-Tú.- Dijo rápidamente. Volviendo a tomarme de la cara. -Tú eres lo único que pasa por mi mente todo el maldito tiempo. Tu cara, tus ojos, tu cuerpo, todo en ti es en lo único que puedo pensar. Fui un hijo de puta que no sabía la gran vida que tendría a tu lado, es por ese motivo que quiero una oportunidad de enmendar mi error. Te adoro, no puedes saber lo obsesionado que estoy contigo al menos que entres en mi cabeza. No me importa si matas, maldita sea, no me importa si me matas, pero una vida sin ti,  una vida en la que tú no estás junto a mí es imposible de soportar. Quiero estar contigo, quiero matar contigo, quiero todo lo que quieras hacer. Amo todo de ti, tus ideas, tu narcisismo, tu inteligencia, tus estrategias. Dios, Hannibal, si me dijeras que me vas a comer te preguntaría que lado prefieres más antes de cortarlo yo mismo para ofrecertelo como un regalo de cortejo. Quiero que me cojas, nunca lo he hecho con un hombre, pero debes ser tú o ninguno en absoluto, te pertenezco de todas las maneras posibles, soy tuyo, como también sé que eres mío. Si alguien se te acercara conocerían que tan destructivo puedo ser cuando intentan tomar tu atención, una atención que me pertenece por derecho. Hannibal este soy yo entregándote todo mi ser, lo poco que soy es tuyo para amar o destruir. Por favor, por favor mi amor, solo necesito un voto de confianza y yo me encargaré de todo si el mundo nos da la espalda.

Lo miré. Mi labio tembló y no era por la nieve que caía afuera. Todo mi cuerpo estaba repleto de odio, de furia, de deseo de venganza, pero muy dentro de mi ser, en el centro, había otro sentimiento.

Uno que por meses reprimí, desde que escapé y dije que olvidaría a Will Graham.

Esperanza.

Esperanza de que Will algún día cambiara de opinión. Esperanza por nuestra relación, por nosostros.

Yo era un hombre fuerte y lógico, pero en este momento sentí que era un adicto y que se me estaba ofreciendo la mejor droga del mundo.

Luego del monólogo de Will y de sus promesas y palabras, lo único que dije fue:

-Si esto es una artimaña juro por mi hermana que te mataré y me comeré cada miembro de tu cuerpo como si fuera el mejor de los manjares.

Pensé que eso le enviaría un escalofrío de miedo, sin embargo, todo lo que obtuve fue un delicioso gemido. Con rapidez se colocó entre mi regazo y puso su cara en mi cuello para respirar mi olor.

-Yo mismo me quitaría la vida si esto fuera una mentira. Por favor, ya no lo aguanto más.

-Desatame y te daré lo que quieres.

Una sonrisa irónica salió de mi cuello.

-Sé que estás desatado, eres muy controlador como para dejar que yo te tenga en cautiverio, también sé que me viste siguiéndote desde la semana pasada, y que me dejaste secuestrarte a mi gusto.

Sonreí con indulgencia.

-No esperaba menos de ti, Mylimasis.

Otro gemido. Besos esparcidos entre mi cuello y mandíbula.

-Por favor, amor, ya no puedo estar tan lejos de ti por más tiempo.

-¿Qué quieres?

-Quiero ser uno contigo.

-Eso podría traer muchas interpretaciones.

-Comeme o cogeme, lo que tú quieras, estoy en tus manos a partir de ahora y para siempre.

Y con esa promesa, este hombre selló su destino, porque no había forma de dejarlo libre y lejos de mí.

-Te amo.

-Te amo.

Esa noche se acostaron por primera vez desde que se conocieron. Todos ese tiempo de represión, se ocultar sus sentimientos al fin salieron a florecer. Tuvieron sexo en esa misma silla. No fue lindo, no hubo rosas o una suave cama, fue sucio y primitivo, como la obsesión que ambos se tenían, pero no les importó. Fue la mejor noche de sus vidas. Y mientras Hannibal penetraba furiosamente a Will vio la ventana sucia cerca de su sitio, la nieve aún caía.

Sin duda fue una noche de invierno perfecta.

Corazones entrelazados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora