En el corazón del viejo Parque Pereyra, se levanta un pequeño santuario dedicado a la Virgen María. La leyenda cuenta que hace muchas décadas, una joven campesina solía visitar este parque para rezar y pedir por la salud de su madre enferma. Todos los días, al caer el sol, la chica dejaba una flor a los pies de una vieja estatua de la Virgen que estaba ahí.
Una noche, mientras la piba rezaba con todo su corazón, escuchó un susurro suave que parecía venir de la estatua. La Virgen le habló con un tono amoroso, reconfortándola y prometiéndole que su madre se recuperaría pronto. Llena de gratitud, la piba siguió yendo al parque y dejando flores como muestra de su devoción.
Pero un día, la chica llegó al parque y descubrió con horror que la estatua de la Virgen había sido derribada y estaba rota en el suelo. Desconsolada, se arrodilló y recogió los pedazos, llorando por la pérdida de su consuelo espiritual. Esa noche, mientras intentaba dormir, sintió una presencia fría en su habitación y escuchó susurros ininteligibles que la rodeaban.
Al día siguiente, cuando volvió al parque, encontró la estatua restaurada y de pie en su lugar habitual, como si nunca hubiera sido dañada. Los vecinos decían que la Virgen había sido abandonada por años, pero de alguna manera, había sido restaurada por manos invisibles para seguir bendiciendo a quienes la necesitaran. Sin embargo, algunos también murmuraban sobre figuras sombrías que veían merodear el parque al anochecer y extraños ruidos que llenaban el aire cuando caía la oscuridad.
Desde entonces, la Virgen Abandonada de Parque Pereyra se convirtió en un símbolo de fe y esperanza para todos los que buscan consuelo en tiempos difíciles, demostrando que incluso cuando todo parece perdido, la fe puede restaurar lo que se ha abandonado. Pero aquellos que se aventuran al parque después del anochecer, a veces sienten una inquietante presencia y escuchan susurros que parecen provenir de las sombras, como si la estatua de la Virgen todavía estuviera vigilando, pero también advirtiendo.
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