La Leyenda del Pabellón 13
En el Hospital San Martín de La Plata, había un pabellón del que nadie quería hablar: el número 13. Dicen que ahí mandaban a los pacientes más jodidos, los que ya no tenían retorno. Una leyenda oscura circulaba por los pasillos: el que entraba al pabellón, no salía nunca más.
Esa noche, tres amigos, Tomás, Luca y Sofía, estudiantes de medicina, decidieron mandarse una de esas locuras que solo hacés cuando no tenés dos dedos de frente: entrar al pabellón abandonado. Estaban entre la curiosidad y el morbo, queriendo ver si todo lo que se decía era posta o puro verso.
-Che, te digo que esto no es buena idea -murmuró Tomás, mientras miraba el edificio que se levantaba, siniestro, a lo lejos-. Nos podemos meter en alto quilombo.
-¡Ay, no seas cagón! -Luca lo chicaneó, con una sonrisa confiada-. Vamos a ver si es verdad lo que cuentan.
Sofía, que había estado en silencio, apretó los labios, nerviosa. No le gustaba nada lo que estaban por hacer-. Esto no pinta bien, chicos. No sé si quiero saber qué hay ahí adentro.
Cuando llegaron, el pabellón 13 los recibió con una puerta oxidada, medio colgando, y un cartel en la entrada: "Prohibido el ingreso". El lugar parecía haber sido tragado por el tiempo, olvidado por todos menos por la leyenda.
-Esto es demasiado, boludo... -Luca dio un paso hacia atrás-. Mejor nos vamos.
-No, pará. Ya estamos acá. Capaz descubrimos algo grosso -dijo Tomás, cada vez más entusiasmado.
Sofía lo miró, pálida-. Tengo un mal presentimiento, Tomás... Vámonos antes de que pase algo.
Pero no. Empujaron la puerta. Un aire helado les golpeó en la cara como si el lugar los hubiese estado esperando. El interior estaba oscuro, lleno de polvo, como si nadie hubiese respirado ahí en años.
-¡Qué asco, por Dios! -exclamó Sofía, tapándose la boca.
-Esto parece un cementerio, mirá la mugre... -dijo Luca, mientras alumbraba con la linterna del celular.
-No sé, hay algo raro... Sigamos buscando. Seguro que hay algo más -insistió Tomás, con esa mezcla de valentía y estupidez.
Y entonces, lo escucharon. Un susurro. Bajito, pero claro como el agua.
-No deberían estar acá...
Luca se paralizó-. ¿Quién mierda dijo eso?
Tomás tragó saliva-. No sé, pero mejor nos vamos, ¡ya!
-¡Por favor, vámonos! -soltó Sofía, con la voz temblando.
Cuando giraron para salir, la vieron: una figura en el fondo del pasillo. Era una enfermera. De esas antiguas, con uniforme de otra época. Los ojos... Vacíos. Como si estuviera ahí, pero no del todo.
-Ustedes no pueden irse... -dijo la enfermera, con una voz que parecía venir de otro mundo-. Se quedan acá, para siempre...
Avanzó hacia ellos, lento pero firme. Cada paso resonaba como si la tierra misma se sacudiera con su peso.
-¡Corran! -gritó Tomás, empujando a Luca.
-¡No podemos dejar a Sofía! -gritó Luca, dándose vuelta y viendo cómo la enfermera se acercaba.
-¡Ayúdenme, por favor! -gritó Sofía, paralizada por el terror.
Pero no hubo escape. La enfermera los alcanzó y los arrastró hacia una habitación oscura, una especie de sala de operaciones vieja y rota. Los gritos de los tres chicos se apagaron cuando la puerta se cerró.
Nunca más se supo de Tomás, Luca y Sofía. Desde esa noche, el pabellón 13 quedó sellado para siempre. Pero los que trabajan en el hospital juran que, en las madrugadas, si prestás atención, se escuchan susurros y gritos saliendo de ahí.
-Es la enfermera, che... Todavía anda buscando pacientes para su pabellón -dice un médico viejo del hospital, mientras se persigna.
Dicen que si te acercás lo suficiente, podés escuchar los gritos de Tomás, Luca y Sofía, atrapados para siempre en el Pabellón 13...
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"LEYENDAS DE PUEBLOS ARGENTINOS"
Paranormal*TODOS LOS VIERNES POR LA NOCHE UN NUEVO CAPITULO*