Capítulo I

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ÁNGELO

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ÁNGELO

La veo. Veo a mi persona asignada, a mi protegida, despertar.

Mia extiende uno de sus brazos para apagar la alarma de su celular situado sobre la mesita junto a su cama. Salió de entre sus sábanas.

 «Se ve tan linda cuando los rayos del sol tocan su rostro por primera vez en el día». Pensé.

Hoy es viernes, último día de la semana para ir al colegio. Como cada mañana, Mia se dirigió al baño para ducharse, hacer sus necesidades y cepillar sus dientes. Todo eso mientras yo hago guardia en la puerta. Siempre hay que estar alerta, nunca se sabe cuando un demonio puedo estar acechando.

La puerta del baño se abrió y Mia salió con una toalla cubriendo su torso y con otra secaba su cabello. Se dirigió al armario y tomó su uniforme. Me percaté de que se disponía a quitarse la toalla y rápidamente me di vuelta.

Sé que los ángeles no tenemos pensamientos..., ¿cuál sería la palabra adecuada? Ah, ya: impuros. De no haberme girado solo hubiera visto un cuerpo humano desnudo (porque eso es lo que es), solo que lo hice por respeto a su intimidad.

Pasados unos minutos me volví a girar y la vi acercarse a su peinadora. Tomó el cepillo y alisó su largo cabello castaño oscuro. Seguidamente tomó el corrector de ojeras y lo aplicó gentilmente en sus párpados inferiores. La noche anterior se acostó muy tarde por estar terminando un trabajo de biología y, como si no fuera obvio, el estrasnocho se a reflejado en su rostro, pero incluso así mantiene una sonrisa cálida en sus labios.

Se echó un último vistazo en el espejo y se levantó de su sitio. Tomó su bolso y con esa acción se muy bien lo que sigue: salir de la habitación para bajar a desayunar. En eso, me alarmé al ver el trabajo de biología sobre su mesa de estudio. Mia ya esta caminando hacia la puerta, obligándome a pensar. Actué rápidamente y materialicé toda mi energía, logrando así tumbar un pequeño cuadro de foto de sobre la mesa. Éste hizo un pequeño ruido al impactar contra el suelo.

Tres, dos, uno, por favor... regresa.

«Bien hecho».

Mia apareció nuevamente por el marco de la puerta. Sus ojos almendrados se pasearon por toda la habitación, buscando el causante del ruido. Se acercó a pasos largos y recogió el cuadro de foto para colocarlo de vuelta en su lugar, pero antes de hacerlo su mirada se perdió en la imagen. En la fotografía aparecía ella de pequeña siendo rodeada por los brazos de Antonio, su padre. Y en eso...

—Mierda —masculló al ver el trabajo sobre la mesa. Lo tomó encerrándolo entre sus brazos. Sonrió—. Gracias, papá —llevó sus dedos a sus labios y luego los depositó sobre la fotografía aún sonriendo.

Mia, todavía perdida en la foto, se sobresaltó un poco cuando su celular sonó en su mano libre. Desbloqueó el celular, entró a un chat y luego, casi que corriendo, salió de la habitación. Agité mis alas mientras la sigo por las escaleras.

Alba CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora