Capítulo XVII

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—Vuelve a mí, Ángelo

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—Vuelve a mí, Ángelo...

Presión.

—Vuelve a mí...

Compresión.

—¡Por favor!

Aire.

Incliné mi cuerpo haciendo arcadas, vomitando toda el agua que había ingerido. Me desplomé sobre la arena húmeda, viendo el cielo azul, los rayos del sol y la imagen borrosa de un chico. Un chico con cabellos dorados...

Damián.

—Resiste, Ángelo. Resiste...

***

—¿Si? Diga... —dijo una voz masculina.

—Ayuda, por favor... —le interrumpió Damián mientras sostenía mi cuerpo en sus brazos.

—¡Madre de Dios! —volví a escuchar la voz masculina, percatándome de que yo conozco al dueño de esa voz. Era Mathias—. Entra.

Mi cuerpo dolía en cada paso que Damián daba hacia adentro de la casa.

—¡Susan! —gritó Mathias.

Damián dejó mi cuerpo en uno de los amplios muebles de la sala de estar.

—¿Qué pasa...? —Susan apareció por las escaleras—. No puede ser. ¡Ángelo!

—Ayúdelo, por favor... —pidió Damián apartando sus manos ensangrentadas de mí.

—Mathias, ve por el botiquín de emergencia, ¡rápido!

—En seguida —contestó Mathias ante la orden.

Susan se aproximó a mí, llevando sus mamos al borde de la camisa para luego subirla por mi torso. La acción me hizo quejar.

Sus ojos se abrieron en grande al encontrar la herida.

—Pero... Dios mío. ¡¿Con qué te hicieron esto?!

—Eso no importa —mascullé.

—Nunca había visto una herida como esta. Tenemos que llevarte al hospital.

—No —me negué rápidamente—. Tú puedes hacerlo.

Ir al hospital implicaría mucho tiempo del cual no dispongo. Porque por cada segundo que corre, la vida de Mia podría estar en peligro. Y de eso Damián era consciente, por algo no dudo en traerme aquí.

Así que no. En tanto la vida de Mia este en peligro no pienso perder un segundo más.

—Ángelo, puede que tengas daños serios...

—¡No, Susan!

Tras alzar mi voz por primera vez, la discusión pareció escalar a un nivel acelerado.

Alba CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora