Capítulo XIX

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A la distancia, una voz que se oye como un susurro leve y débil se esfuerza por hacerme reaccionar, por hacerme despertar

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A la distancia, una voz que se oye como un susurro leve y débil se esfuerza por hacerme reaccionar, por hacerme despertar. Mis párpados parecen pesar, pero a cabo de un momento consigo abrirlos, divisando un túnel que se extiende hacia una densa luz blanca. Todo esto me hace preguntar:

—¿Estoy muerto? —mi voz sonó ronca y cansada.

—No digas bobadas, Ángelo.

Me reprendió el arcángel frente a mí. Agnolo.

—¿Qué a pasado? ¿Dónde...?

Mi cuerpo se encuentra recostado sobre un mueble que parece estar hecho por unas nubes densas y reconfortantes. Intenté incorporarme en mi sitio, pero Agnolo me lo impidió.

—Estuviste mucho tiempo perdido en el espacio, eso te desestabilizo —se adelantó a responder mis preguntas—. Ahora tienes que descansar.

No rebatí el consejo del arcángel porque al parecer tenía razón. Me encontraba carente de fuerza y energía, como si estar tanto tiempo en el espacio me hubiera consumido por completo.

—¿Cómo llegué aquí?

—Enviaron una tropa de serafines en tu búsqueda —explicó.

Todos lo pensamientos, los recuerdos, los sentimientos experimentados llegaron a mí sin anticipo. Golpeando mi realidad con brusquedad. Dejándome aun más exhausto de lo que estaba.

—Y, ¿qué sucedió con...?

No fue necesario el terminar la pregunta porque Agnolo sabía muy bien cual era, y por eso me interrumpió, anticipando su respuesta:

—Lo sabe, Ángelo, ya Dios lo sabe.

Intenté tragar saliva, pero resultó inútil. Ya que a diferencia de cuando era humano, ahora mi boca esta seca.

—¿Qué medidas tomará?

Agnolo irguió su postura junto a mí y sonrió forzado.

—Te tengo una buena y una mala noticia —carraspeó antes de seguir—: la buena es que, a diferencia de lo que pensabamos, a Mia le permitirán seguir viviendo.

—¿Es en serio? —La sorpresa ante lo que acababa de comunicar se presentó en mi voz.

—Sí. Al parecer su muerte fue provocada, por ende aún no era su momento de fallecer. ¿No es grandioso?

Repasé sus palabras con detenimiento en mi cabeza, que a decir verdad tienen mucho sentido. La muerte tan repentina de Mia no fue natural, como Agnolo mismo a dicho, fue provocada. Explicando así el porqué de cuando dejé caer su alma, esta regreso a su cuerpo.

No era su hora de partir.

Una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios ante el hecho de que Mia tendrá una nueva oportunidad para seguir viviendo.

Alba CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora