Capítulo III

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Agito mis alas contra el viento, tomando así altitud en el cielo

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Agito mis alas contra el viento, tomando así altitud en el cielo. La luna está en su punto más alto y la luz que desprende recae sobre toda la ciudad.

Mi mirada se perdió por un instante cuando miré hacia abajo, divisando el establecimiento que dejaba a lo lejos. Dejando a una chica desamparada entre sus paredes.

La decisión que me he obligado a tomar no a sido nada fácil. Dejar a Mia sola a su merced no es algo que me guste, ni mucho menos, pero no podía quedarme. Simplemente no podía. Y por mucho que eso me pese en la conciencia, en este momento, tengo que enfocarme y centrarme en algo más.

Ahora, si quiero llegar al tercer cielo, debo concentrarme. Por experiencia se que llegar a el es sumamente rápido. En este momento solo necesito una cosa. velocidad, y mucha.

Se necesita una velocidad sobrenatural para lograr traspasar cada una de las capas que recubren los cielos, y así, ascender.

Y con un último aleteo logré traspasar el primer cielo, el atmosférico. Este pareció romperse como cristal al momento en que lo hice, para luego volver a cerrarse.

Ahora, doble esfuerzo y doble velocidad. Las estrellas se encuentran brillantes y resplandecientes mientras atravieso el vasto universo. Y con un último esfuezo, alcancé la velocidad de la luz.

Atravesé galaxias enteras, mientras me volvía un rayo de luz que rompía con el tiempo y el espacio. Y así, traspasé el segundo cielo, el estelar.

He llegado a el tercer cielo, mi hogar.

Las puertas del cielo se abrieron para mí. Mi imagen se vio reflejada en un río de cristal que rodeaba las baldosas de oro que marcaban el camino al inmenso templo que se hacía presente delante de mí, como una estructura imponente entre unas nubes densas y blancas.

Al entrar al templo volé por un extenso corredor, cruzándome con algunos ángeles en el trayecto para llegar a mi destino: uno de tantos miles de despachos. Era un pequeño cuarto blanco, con un gran escritorio dorado en el centro y una estantería llena de libros, documentos y archivos.

Parecía una oficina común y corriente, como esas que se encuentran en la tierra, solo que no lo era. Esta es más... celestial.

—Ángelo —dijo mi nombre el arcángel sentado en frente del escritorio al verme llegar: Agnolo, mi supervisor.

Somos un equipo. Yo laboro en la tierra y él lo hace desde aquí, cerciorándose de que todo marche bien y controlando todo el papeleo que conlleva proteger a una persona. Porqué sí, hay mucho papeleo en esta labor.

—¿Para qué me has llamado, Agnolo? —pregunté sin titubeos. Al grano.

—No acudiste al llamado de hace una semana —comentó mi falta. Se levantó de su asiento y se elevó un poco batiendo sus alas, dirigiéndose a la estantería.

Alba CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora