Capítulo IX

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Este es el momento que he estado esperando desde que llegué a la tierra: encontrarla

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Este es el momento que he estado esperando desde que llegué a la tierra: encontrarla. Momento en el que cruzariamos palabras por primera vez.

Y ahora que la tengo frente a mí, ahora que el momento a llegado, no sé que decir.

Tal vez debí pensar un poco más en que le diría que unos cuantos minutos en la sala de espera. Pero en mi defensa, no contaba conque la encontraría aquí.

A ver, piensa. ¿Qué le puedo decir?

«Hola, Mia. Sí, nos conocemos. O al menos yo a ti sí. Te he cuidado desde el primer contacto y desde entonces nunca me he separado de ti. Bueno, solo una vez, la cual te costó la vida».

No. Sonó muy loco. Piensa en algo más.

«Hola, Mia. No sabes cuanto he esperado por este momento... ¡Arrepiéntete si no quieres perderte en el infierno!»

...

Okey. Saldrá corriendo si le digo eso.

¿Por qué me está costando tanto formular una oración que suene normal, más corriente, más humana? Uh, la tengo.

«¿Qué paso, nena? ¿A dónde tan solita?»

No. No. No. Rotundamente no.

—Siento que te conozco de algún lado —volvió a hablar—. Tu cara se me hace familiar.

«Vamos Ángelo —me animó la vocesita en mi cabeza—, tú puedes. Yo puedo. Podemos».

Abrí mi boca para finalmente decir algo, pero antes de siquiera poder pronunciar alguna palabra, ella se me adelantó.

—Espera, ¿no eres el chico del otro día? El raro que corría tras del auto de mi madre.

Ah... ¿Ah? ¿Cómo qué...? Oh, el día que la encontré en la salida del hospital. ¿Cómo no recordarlo? Fue cuando su nombre me hizo volver a la realidad.

Un momento. ¿Me esta diciendo que me vio perseguir su auto como un lunático? Que Vergüenza ajena. Ah, no, es mi propia vergüenza.

—Sí... —musité—. Era yo.

—¿Sabes? Correr detrás de un auto puede ser consideradoro algo "extraño" por muchas personas.

—Ah... —tragué duro. ¡Vamos cerebro, ayúdame!—. Es que aquel día... te confundí con alguien más —bien dicho cerebro, ya empezamos a trabajar.

—Ya veo... —me recorrió con la mirada—. ¿Y qué haces aquí?

—A-ah —muy buena pregunta, ¿qué hago aquí?—, tengo gripa.

Mia enarcó una ceja, en confusión.

—Me refiero a que haces aquí arriba —se corrigió—, no pensabas saltar, ¿verdad?

—Dios, no. Ni pensarlo. Solo estaba... e-eh admirando el panorama —sentí mi boca seca al hablar.

Mia se acercó al borde de la azotea quedando junto a mí, y al igual que yo hace unos minutos se quedó observanto la inmensa ciudad. Tras unos segundos dirigió su mirada hacia mí, y no fue hasta ese momento en que me percaté que yo ya la estaba viendo. Desde hace mucho. Aparté la mirada.

Alba CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora