A Nanoha siempre le habían gustado los viajes en carretera, quizá porque viajar por horas en un automóvil le recordaba a su niñez, cuando su padre aún vivía y, junto al resto de su familia, se embarcaban en una larga travesía recorriendo parajes solitarios por varios días para acampar y alejarse momentáneamente del estrés de la ciudad. Encontraba algo fascinante en atravesar esas carreteras que parecieran no tener fin, extendiéndose por kilómetros y kilómetros que pasaban por parajes desérticos y arboledas, y solía permanecer con la cara pegada al cristal, observando las maravillas de cada uno de esos paisajes como si el mundo se estuviese desplegando por primera vez frente a ella.
Esos árboles que colindaban la carretera que atravesaba ahora sentada en el asiento de copiloto del viejo automóvil de su hermana eran completamente desconocidos para ella y, aunque en otra ocasión los hubiese visto con inmenso interés, esta vez no podía evitar verlos con inmensa melancolía, e incluso algo de culpa invadiendo los recovecos de su mente.
Por primera vez estaba haciendo un viaje que odiaba, un viaje que no quería hacer en lo absoluto.
Y todo había sido por su culpa. Por causar demasiados problemas.
Porque eso era lo que había hecho. Preocupar a su madre, y causarle problemas por culpa de algo que sentía que no podía cambiar aunque lo intentara. Había intentado cambiar, había hecho lo posible por ocultarlo, pero por más que trataba y trataba no podía evitar sonrojarse cada vez que veía una chica bonita. Para no preocupar a su religiosa madre incluso había empezado a ir a la iglesia junto a ella los domingos, pero nunca se había imaginado que Carim Gracia, una chica de su edad que pertenecía al coro de la iglesia, terminaría posando sus ojos en ella, con todo lo que eso implicaba.
Como besarse tras el edificio de la iglesia luego del servicio dominical pensando que no serían descubiertas, solo para ser atrapadas en el acto por el pastor encargado de los estudios bíblicos juveniles.
Luego de todo el drama, lágrimas y admisión de culpabilidad, su consternada madre había buscado orientación con el pastor para que la ayudara a sanar esa terrible enfermedad que aquejaba a su hija más pequeña.
Como si eso fuese una enfermedad, entre todas las cosas.
La solución del joven pastor había sido bastante apropiada para los estándares de la congregación. El único capaz de sanar esas desviaciones provocadas por la influencia del maligno era Dios, y un periodo de retiro y oración extenuante en donde Nanoha abriera su corazón a la influencia del Salvador para poder ser curada por la fe. Afortunadamente, él conocía el mejor sitio para ese retiro.
Un campamento especializado en retiros de oración.
Su madre, con lágrimas en los ojos, la había inscrito en ese campamento. Nanoha se había negado, rotundamente. Había hecho pataletas, intentado razonar con su madre, tratado de explicarle que no tenía ningún tipo de enfermedad ni nada por el estilo, pero la presión de los pastores de la congregación sobre su madre era tan grande que, al ver la angustia en los ojos de la matriarca de la familia, no le había quedado más opción que aceptar.
Y así era como había terminado en ese automóvil junto a Miyuki, atravesando kilómetros de zonas boscosas para irse a rezar en el medio de la nada, rogando por un milagro.
Con pesar, miró nuevamente el panfleto que le habían entregado con una pequeña información acerca del campamento, lleno de personas sonrientes y con biblias en sus manos.
"Campamento de Verano Salvados por el Señor"
¿De qué rayos iban a salvarla? ¿De la inmensa culpa que habían grabado en ella al llamarla aberración?
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Arrepiéntete (NanoFate)
FanfictionEl campamento "Salvados por el Señor" aseguraba que sería capaz de curarla por medio de la fe de aquello que no consideraba una enfermedad. Fate, una de las orientadoras del campamento era la viva imagen de ese milagro. Sin embargo, Nanoha al conoce...