Capítulo 4: Nuestro pequeño secreto

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— ¡Hey! ¿Qué estás comiendo?

A pesar de que el sol brillaba no necesariamente era una tarde calurosa. La zona en la que su madre había emplazado el campamento solía tener pocos días extremadamente cálidos en su totalidad, más bien, el clima tendía a ser bastante templado durante el verano y se iba enfriando de a poco a medida que el otoño se acercaba. Esa tarde en particular, una ligera brisa se colaba entre los árboles refrescando el ambiente, y el susurro de las hojas al moverse sonaba como un suave murmullo que traía calma.

Dejando a un lado todo lo malo que implicaba el campamento, eran esas tardes tranquilas las que ayudaban a Fate a meditar y así olvidar momentáneamente su situación. Sentada sobre una cerca que delimitaba uno de los senderos, tenía una vista privilegiada del lago, que a esa hora lucía calmo. Esos pacíficos momentos le permitían enfocarse tan solo en respirar, y su mirada se llenaba de la belleza natural que la rodeaba. Nada más importaba en tardes como esas donde solo el silencio la arrullaba.

Además, se había ganado ese descanso. Había pasado todo el día ayudando a su madre a limpiar el templo, y luego había tenido que ir a ayudar en la cocina. Logró vencer el desafío que representaba la interminable torre de platos junto a otra de las orientadoras y, en vista de que no tenía asignada ninguna clase ese día, oficialmente había culminado con la lista de tareas que tenía asignada como parte del staff.

Eso había hecho que se decidiera a pasar el resto de su tarde admirando la tranquilidad del lago mientras que, sobre su regazo, yacía abierta la bolsita de galletas que Nanoha le había regalado el día anterior.

Esa chica la intrigaba.

Y además, no se le había pasado por alto como la muchacha había hecho malabares para proteger a sus compañeras de la manera más disimulada posible, cuando se les había ocurrido la brillante idea de quedarse embobadas mirándose en plena clase. Si volvía a repetirse tendría que hablar en privado con esas dos para pedirles que fuesen más discretas.

Si otra de las orientadoras llegaba a ver lo mismo que Fate había notado, no serían tan benevolentes.

Sintiendo como una mano ajena se acercaba lentamente a la bolsita, se apresuró a alejarla del alcance de su repentino acompañante.

— Son para mí — informó escuetamente Fate.

— ¡Oh vamos! Dice el Señor en su Evangelio que al que te pida, dale.

— Yuuno — murmuró irritada — ¿Es en serio?

Sus ojos se posaron en Yuuno, quién le sonreía divertido. El muchacho, de cabello rubio y vivaces ojos verdes escondidos tras unas gafas, intentó estirar su mano de nuevo para tomar la bolsita pero, en un movimiento rápido, Fate palmeó su mano ligeramente.

Eran amigos desde la infancia. Se conocían desde que Fate tenía uso de razón, cuando su padre era el Pastor de la congregación emplazada en un pueblo cercano, y los padres de Yuuno unos de los tantos feligreses de la iglesia. Fueron al mismo colegio y a las mismas escuelas dominicales. Incluso se habían unido al mismo tiempo a las clases de música de la iglesia.

Su cercanía solo se hizo más grande cuando la familia perfecta de Fate se desmoronó.

Aunque había pasado mucho tiempo desde esa época, a Fate aún se le encogía el corazón al pensar en su hermana mayor, a quién habían echado de casa cuando descubrieron su bisexualidad por negarse a someterse a las terapias de conversión que su padre estaba ideando. También, aún le dolía que su padre, antes de morir meses después de ese evento por culpa de un infarto fulminante, hubiese alcanzado a grabar profundamente en la mente de su madre esas nefastas ideas que terminaron convirtiéndose en ese campamento que la mantenía atrapada.

Arrepiéntete (NanoFate)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora