Capítulo 10: Donde nadie nos vea

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Con el pasar de los días, Nanoha aprendió a disfrutar de la renovada soledad que obtuvo de manera forzosa por la expulsión de sus antiguas compañeras de habitación. Salvo en las clases grupales, los servicios y las comidas en el comedor, se había dado cuenta de que en el campamento no veían con tan buenos ojos que el grupo interactuara en su totalidad fuera de las actividades que ellos organizaban, por lo que era común ver que las asistentes seguían dividiéndose de manera natural en grupos de 3, así como las habían asignado en las cabañas - dormitorio, y se aferraban a ese núcleo con fervor.

Nanoha lo entendía, porque ella había sentido una unión similar con sus ex compañeras de habitación. En un grupo más pequeño donde podías conocer mejor a cada integrante era más fácil confiar en tus compañeras y, en un sitio tan hostil para lo que sentían como lo era el campamento, el confiar en la persona incorrecta era capaz de ponerte en aprietos.

Por eso, terminó por pasar mucho de su rato libre cerca del lago, admirando el paisaje o caminando lentamente entre los frondosos árboles que adornaban el sitio. Los primeros días consideró que, aunque el tiempo de esparcimiento en un lugar tan tranquilo la podía ayudar a reflexionar, era seguro que pronto se fastidiaría y terminaría muerta del aburrimiento.

Luego descubrió que a cierta persona le gustaba muchísimo quedarse absorta mirando el paisaje, y empezó a pensar que, en vez de aburrimiento, se terminaría muriendo de amor.

Al inicio miraba a Fate en la lejanía. Aunque en las clases siguientes la chica seguía mostrando su característica sonrisa amable, Nanoha aún no podía sacarse del pecho la agradable sensación que le dejó ese momento tan íntimo que tuvieron durante la sesión de pesca y, más que temer la reacción de Fate, temía no poder controlarse al estar cerca de la chica. Pero un par de días después de observarla se percató de que, a pesar de verse hermosa observando el paisaje, en esos instantes era cuando más triste y solitaria se veía.

Y Nanoha le había tomado el gusto a sus sonrisas, así que se armó de valor y al tercer día se puso como meta personal acercarse a la rubia cada vez que pudiera, para sacarle alguna sonrisa costara lo que costara.

Pronto, sus pequeñas sesiones de conversación aumentaron su frecuencia. A veces Fate hablaba con ella unos escasos minutos antes de tener que correr de vuelta al centro de actividades o al comedor para ayudar en las tareas del campamento, pero en otras ocasiones la orientadora podía quedarse un rato más, y le contaba más cosas sobre ella. Era allí cuando la rubia dejaba de lado la sonrisa radiante que mostraba ante el campamento, y se llenaba de sonrisas tímidas y pequeños sonrojos que hacían que el corazón de Nanoha latiera casi de manera dolorosa.

Con cada día que pasaba sabía que estaba perdiendo más y más la cabeza por Fate, pero a pesar de saber también que eso solo la metería en más problemas, no podía dejar de ansiar encontrarla al día siguiente en ese mismo lugar, disfrutando de la vista.

Aunque no todos los días lograba verla, justo como ese día le estaba sucediendo.

La noche ya se había extendido por el campamento, pero aún tenía algo de tiempo antes del apagado de las luces. Ese día solo había visto fugazmente a Fate en el comedor, así que estaba algo decepcionada. Para apaciguar su mente, optó por caminar un rato a través de uno de los senderos que rodeaba el lago, cuando divisó una luz en uno de los talleres que no había visto encendida antes. Al acercarse pudo escuchar un suave zumbido escapando del lugar, similar al que haría una maquinaría.

Llena de curiosidad, dio algunos pasos más hacia el taller, asomándose por la pequeña ventana lateral.

Lo que vio la impactó tanto que rápidamente abrió la puerta de ese taller, que también funcionaba como depósito, cerrándola tras ella al pasar.

Arrepiéntete (NanoFate)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora