Ya el sol se encontraba bien arriba en el cielo cuando decidieron salir del área del comedor grupal y dirigirse hacia el centro de actividades para chicas.
Según el itinerario, ese día les tocaba clases de cocina.
Nanoha no pudo evitar dejar escapar un bostezo, que intentó ocultar tapando su boca con la mano, pero muy pronto Suzuka también le copió el gesto.
— ¡Nanoha! — exclamó Suzuka al terminar de bostezar — ¡Me pegaste el bostezo!
— Lo siento, lo siento — se excusó Nanoha.
Arisa, que también caminaba a su lado, giró el rostro por unos segundos, pero a Nanoha no se le pasó por alto el tenue sonrojo que había aparecido en la joven rubia al ver el lindo bostezo de su otra compañera de dormitorio.
A medida que habían pasado los días, la dinámica que se estaba desarrollando entre Arisa y Suzuka se hacía cada vez más evidente. Para Nanoha era bastante obvio que ambas chicas se gustaban y, al ser compañeras de habitación, la cantidad de tiempo que las chicas estaban pasando juntas solo hacía que el amor empezara a notarse en el aire.
¿A quién rayos se le había ocurrido encerrar juntas a un grupo de adolescentes hormonales que gustaban de chicas, justo para que les dejaran de gustar las chicas?
No había pasado ni una semana desde que el campamento había iniciado y, además de a sus recientes amistades, también había visto esa clase de miraditas entre otras integrantes del grupo. En el servicio del día anterior también había notado como unos chicos rozaban sus manos disimuladamente aprovechando que los orientadores no estaban a la vista.
Si el resto de las semanas seguían transcurriendo de esa manera dudaba que el campamento tuviera mucho éxito en el proceso de conversión que tanto clamaban.
Esos pensamientos seguían en su mente cuando ingresaron al centro de actividades. El murmullo animado que salía de una de las salas las ayudó a encontrar rápidamente el salón que habían equipado para las clases de cocina. La estancia estaba equipada con mesones de trabajo, y a un costado de la pared algunos estantes tenían numerosos ingredientes correctamente ordenados. Al fondo también pudo divisar algunos hornos, que supuso utilizarían en algún momento de la clase.
Nanoha no podía evitar sentir curiosidad por saber quién impartiría esa clase. Las orientadoras que había visto anteriormente tenían personalidades distintas, pero todas compartían algunos puntos en común: eran extremadamente religiosas cosa que no le sorprendía en lo absoluto, y se sentían demasiado inaccesibles, aunque eso podía deberse a que recién había conocido a esas mujeres.
Y a que muchas personificaban de una manera más ligera la actitud de Precia, cuando oraban al cierre de cada actividad.
Con la única orientadora que no había sentido esa clase de rechazo había sido con Fate, la chica rubia con la que habían conversado la primera clase. Ella, extrañamente, parecía ser una persona bastante abierta, y estaba rodeada por un aura de calidez que la reconfortaba. Sin embargo, a pesar de haberla visto en los servicios no había interactuado con el grupo desde esa vez que les había hablado acerca de ella.
Bueno, la verdad es que en comparación al resto de las orientadoras que había interactuado con ellas, la muchacha rubia parecía ser extremadamente joven. Quizá, por tener una edad tan similar a las de las integrantes del grupo, solo prestaba labores de apoyo.
O al menos eso pensaba, hasta que la puerta del salón se abrió y tuvo nuevamente un vistazo de esa melena rubia que tanto había esperado volver a ver de cerca.
Fate entró al salón sonriente, con el cabello atado en una coleta baja y una libreta en una de sus manos.
— ¡Hola! — saludó Fate — Tiempo sin vernos ¿No?
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Arrepiéntete (NanoFate)
Hayran KurguEl campamento "Salvados por el Señor" aseguraba que sería capaz de curarla por medio de la fe de aquello que no consideraba una enfermedad. Fate, una de las orientadoras del campamento era la viva imagen de ese milagro. Sin embargo, Nanoha al conoce...