Sombras y Traición

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Abro mis ojos y los entre cierro me quedo segundos tumbada en el piso, me siento desorientada, No supe cuánto tiempo había pasado cuando comencé a recuperar un poco la conciencia. La luz del baño me parecía demasiado brillante, y el dolor en mi cabeza era punzante. Me llevó unos segundos darme cuenta de dónde estaba y recordar lo que había sucedido. Intenté moverme, pero cada pequeño movimiento enviaba una ola de dolor a través de mi cuerpo.

Con gran esfuerzo, logré arrastrarme hacia la puerta del baño y abrirla. Me agarré al marco de la puerta, respirando con dificultad. Necesitaba ayuda, pero mis fuerzas estaban al límite.

Por suerte, en ese momento, una de mis colegas, Rosa, pasó por el pasillo y me vio. Su expresión pasó de la sorpresa a la preocupación en un instante y se acercó a mí.

—¡Valeria! —exclamó, corriendo hacia mí—. ¿Qué te ha pasado?

—Ayuda... —logré decir, antes de que el dolor y el agotamiento me vencieran de nuevo.

Rosa llamó rápidamente a la seguridad del edificio y a una ambulancia. Mientras esperábamos, ella se quedó a mi lado, manteniéndome consciente y reconfortándome con su presencia.

—Tranquila, Valeria. Ya viene la ayuda. Todo va a estar bien —dijo, sosteniendo mi mano con firmeza.

A lo lejos veo que se acercan personas y era La llegada de los paramédicos y el equipo de seguridad del edificio marcó el inicio de mi recuperación física, pero sabía que este incidente no solo era una agresión física, sino también un ataque a mi dignidad y mi seguridad en la Torre de Cristal. Decidida a no dejarme intimidar, sabía que necesitaría todo el apoyo posible para enfrentar lo que venía.

La ambulancia llegó rápidamente y los paramédicos me subieron en una camilla con cuidado. Laura me acompañó, manteniendo su mano en la mía y asegurándose de que no me sintiera sola. Mis pensamientos estaban nublados, pero una cosa era clara: alguien en la Torre de Cristal quería hacerme daño.

En el hospital, me atendieron de inmediato. Me hicieron una serie de pruebas y me dieron analgésicos para el dolor. Mientras yacía en la cama, tratando de procesar lo que había sucedido, Laura nunca se apartó de mi lado.

—Gracias, Rosa. No sé qué habría hecho sin ti —dije con voz débil, sintiendo una oleada de gratitud.

—No te preocupes, Valeria. Estamos todos aquí para apoyarte. Alejandro ya fue informado y está en camino —respondió Laura, dándome una sonrisa tranquilizadora.

Un rato después, Alejandro entró en la habitación. Su rostro estaba lleno de preocupación y rabia contenida.

—Valeria, lo siento muchísimo —dijo, acercándose a mi cama—. No puedo creer que esto haya sucedido. Vamos a encontrar al responsable y asegurarnos de que pague por lo que hizo.

—Gracias, Alejandro. No sé quién me hizo esto, pero fue aterrador —dije, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—La seguridad del edificio ya está revisando las cámaras y hablando con los empleados. No pararemos hasta descubrir la verdad —aseguró Alejandro, apretando suavemente mi mano—. Pero ahora, quiero que te concentres en recuperarte.

Pasaron varios días antes de que pudiera regresar a la oficina. La ansiedad por trabajar me estaba comiendo viva, ya que si no trabajo pues no hay dinero, y esa era mi doble preocupación. Durante ese tiempo, recibí innumerables mensajes de apoyo de mis colegas, lo que me dio fuerzas para seguir adelante. Alejandro y la seguridad de la empresa trabajaban sin descanso para descubrir quién había sido el agresor.

Finalmente, el día llegó. Alejandro me llamó a su oficina y me dijo que tenían novedades. Entré y me senté frente a su escritorio, nerviosa pero ansiosa por saber qué habían descubierto.

Embarazada Del Jefe MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora