Se Casó Con Ella

472 21 0
                                    


Era una tarde soleada cuando me encontraba sentada en la cama del hospital, observando por la ventana la vida que continuaba afuera. La habitación estaba llena de flores y tarjetas de buenos deseos enviadas por amigos y familiares. Después de un mes de lucha contra el virus, finalmente había llegado el día de ser dada de alta.

La puerta de la habitación se abrió suavemente y Laura, mi mejor amiga, entró con una sonrisa radiante. En sus manos llevaba un ramo de flores frescas y un pequeño globo que decía "¡Felicidades!".

—¡Valeria! —exclamó Laura mientras se acercaba—. ¡Por fin te dan de alta! Estoy tan feliz por ti y por el bebé, por fin lograron salvar al bebé, ahora es hora de cuidarte.

Sonreí ampliamente, sintiendo una mezcla de alivio y emoción.

—No puedo creer que haya pasado un mes —dije, con los ojos brillantes de emoción—. Estoy tan agradecida por haber superado esto.

Laura se sentó en el borde de la cama y tomó mi mano.

—Eres una luchadora —dijo Laura con ternura—. Sabía que lo lograrías. Pero... hay algo que necesito contarte.

Fruncí el ceño, notando un matiz de preocupación en los ojos de mi amiga.

—¿Qué sucede, Laura? —pregunté con suavidad.

Laura tomó aire y exhaló lentamente antes de hablar.

—Alejandro se casó, pero yo grave toda la evidencia, fui parte de su boda, tengo videos y fotos, donde claramente no es feliz, simplemente amiga, fue forzado a casarse por orden de la víbora de su madre, quien le exige que se casara para comenzar a tener hijos jóvenes, hay amiga si ellos supieran que tu estas esperando bebé, las cosas no sé cómo se tornarían —dijo finalmente, observando mi reacción—. Fue algo repentino... no supe cómo decírtelo antes, con todo lo que estabas pasando.

Sentí como si el tiempo se detuviera por un instante. Una mezcla de emociones me inundó: sorpresa, tristeza y confusión. Alejandro había sido una parte importante de mi vida, y aunque nuestra relación al parecer había terminado, no esperaba recibir una noticia así tan pronto.

—¿Cuándo...? —susurré, tratando de procesar la información.

—Hace dos semanas —respondió Laura—. Fue una boda pequeña, solo con la familia y algunos amigos cercanos.

Asentí lentamente, sintiendo una punzada en el corazón, pero también una extraña sensación de aceptación.

—Supongo que... la vida sigue, ¿verdad? —dije, esbozando una sonrisa débil pero sincera—. Estoy feliz por él, de verdad.

Laura me abrazó con fuerza, sus ojos llenos de comprensión y cariño.

—Y la tuya también seguirá, pero Alejandro me dijo que necesitaba hablar contigo sobre escapar amiga —me dijo suavemente—. Tienes todo un futuro por delante, Valeria. Y yo estaré aquí, a tu lado, para lo que necesites.

—¿Escapar?, para que, si ya se caso con otra, no sabes tu si él tambien siente algo por esa víbora —le respondo.

—Me dijo que al llegar a tu casa te lo explicaría todo —me dice.

Correspondí el abrazo, sintiendo una oleada de gratitud y fuerza renovada.

Yo soy la encargada de llevarte a la casa, tus padres se quedaron por orden de Alejandro.

—Gracias, Laura, quizá no todo este perdido, aunque no lo sé —susurré—. Por todo.

Mientras nos abrazábamos, sentí una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Finalmente, nos separamos y Laura me ofreció su ayuda para empacar mis cosas. Lentamente, comenzamos a recoger las tarjetas, las flores y los regalos que habían llegado durante mi estancia en el hospital.

—No puedo esperar para volver a casa —dije mientras guardaba una tarjeta especialmente emotiva de mi madre—. He echado tanto de menos mi cama.

Laura sonrió, ayudándome a recoger un jarrón lleno de lirios.

—Estoy segura de que tu casa te ha echado de menos también. Además, tienes que ponerte al día con todo lo que ha pasado mientras estabas aquí.

Asentí, aunque una parte de mí seguía procesando la noticia sobre Alejandro. Decidí no dejar que esa tristeza empañara mi recuperación. Era un nuevo comienzo para mí, y quería aprovecharlo al máximo.

Una vez que todo estuvo empacado, nos dirigimos a la recepción para completar los últimos trámites. La enfermera de turno, que había sido increíblemente amable durante mi estancia, me sonrió al vernos.

—Valeria, me alegra tanto verte bien —dijo mientras me entregaba los papeles de alta—. Cuídate mucho y no dudes en venir si necesitas cualquier cosa.

Le devolví la sonrisa, sintiendo un nudo en la garganta por la gratitud.

—Gracias por todo. De verdad, no sé cómo agradecerles a todos aquí.

Laura y yo salimos del hospital, y el aire fresco me golpeó con una oleada de revitalización. Todo parecía más brillante, más vibrante. Laura me ayudó a entrar en su coche, y pronto estábamos en camino a mi casa.

—¿Quieres pasar por algún lugar antes de ir a casa? —preguntó Laura—. Podríamos celebrar con un helado o algo.

Sonreí ante la idea. Un helado sonaba perfecto.

—Sí, eso suena genial. Necesito celebrar este nuevo comienzo.

Nos dirigimos a nuestra heladería favorita, y mientras comíamos nuestros helados, hablamos de todo lo que había pasado en el último mes. Laura me puso al día con las noticias, los chismes y todo lo que había sucedido con nuestros amigos y conocidos. Aunque la noticia de Alejandro seguía pesando en mi mente, me di cuenta de que estaba lista para seguir adelante.

Finalmente, llegamos a mi casa. Laura me ayudó a llevar mis cosas adentro, y cuando entré, me recibió el cálido y familiar aroma de mi hogar. Todo estaba en su lugar, tal como lo había dejado. Me senté en el sofá, sintiendo una oleada de alivio y felicidad.

—Bienvenida a casa, Valeria —dijo Laura, sentándose a mi lado—. Esto es solo el comienzo. Tienes tanto por delante.

La miré, sintiéndome afortunada de tener una amiga como ella.

—Sí, lo sé. Y no podría haber llegado hasta aquí sin ti. Gracias, Laura.

—Papá y Mamá, díganme ¿porque están tan misterios? —pregunto mientras ambos se acercan abrazarme.

—Nuestra vida esta por cambiar en dos días mi amor —me dice mi padre.

—No entiendo —asentí con la cabeza.

—Hija, creo que Alejandro es un hombre especial, el va a luchar por ti —me dice mi madre.

—No entiendo nada —repetí.

—¡Valeria, linda! —Me dice mientras se arrodilla frente a mí.

—No soy linda y deja de Arrodíllate frente a mí, más bien, arrodíllate y implora amor a otra mujer haber si asi tienes el descaro de sujetar su mano y decirle amor, total nada te ata a mí, no es necesario que tenga compasión de una pobre chica que sobrevivo a un virus y si mas se muere —le digo frunciendo el ceño.

Embarazada Del Jefe MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora