Entre Verdades y Silencios

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Las palabras de Alejandro me golpearon como una bofetada. Ahora ya conocía el nombre de la mujer. Sentí que el aire se me escapaba y el corazón me latía con fuerza. ¿Cómo podía decir que no quería hijos cuando yo estaba a punto de decirle que estaba embarazada? Retrocedí un paso, pero no pude evitar seguir escuchando.

—Alejandro, sé que esto no es fácil para ti —respondió Isabel, su voz cargada de comprensión—, pero debes pensar en el futuro. En el legado que dejarás, por cierto, quiero muchos hijos.

Alejandro negó con la cabeza, su expresión determinada.

—Mi legado no será decidido por un matrimonio sin amor ni por hijos que no deseo. Mi vida, mis decisiones, deben ser mías. Y ahora mismo, mi corazón está en otra parte.

—No bromees, me querrás con el tiempo, cuando nos casemos y te de muchos hijos, no digas que no me amas, si tu habías dicho que si, quizá Alejandro estas confundidos, hombres como tu no saben lo quieren, tu corazón está conmigo, pero tu estas confundido.

—No quiero hijos, no estoy listo para mantener a nadie, es mas detesto los niños. Y no quiero tener hijos, y quizá nunca los tenga, porque no me hare cargo ni de ti y menos de alguien más.

Las palabras finales de Alejandro resonaron en mi mente. Mi corazón latía con fuerza, luchando por procesar todo lo que había escuchado. Di un paso atrás, queriendo alejarme antes de que alguien me viera. Necesitaba tiempo para pensar, para entender qué significaban sus palabras para nosotros.

Justo cuando estaba a punto de girar y marcharme, la puerta se abrió un poco más y Alejandro me vio, los documentos se me cayeron al piso, y un mareo me invadió. Sus ojos se encontraron con los míos, y vi una mezcla de sorpresa y preocupación en su expresión.

—Valeria, ¿estás bien? —preguntó, su voz suave y llena de preocupación, sosteniéndome mientras encerraba mis ojos.

—Me siento cansada —le Miento.

—Claro como las sirvientas lavan, trapean, cocinan para nosotros, pues es obvio que la pobre está cansada —dijo la mujer.

—No es sirvienta, la señorita Valeria trabaja para mi en esta empresa Isabel y es millonaria —le miente Alejandro, desde cuando nací siendo millonaria por favor eso ni la misma Isabel se la cree. Alejandro tiene que decir eso para que no me denigren.

—Ya me siento bien, me puede soltar señor Alejandro —le digo mientras sus manos se despegan de mi cintura.

Isabel se giró para mirarme más detenidamente y también me sonrió con falsedad, su rostro manteniendo una máscara de cortesía.

—Hola, Valeria siento la confusión —dijo con una sonrisa forzada—. Estábamos terminando aquí, pero antes me quiero despedir de Alejandro mi novio, con un beso —me dice despidiéndose con un beso de Alejandro.

—Nos puedes dejar a solas Isabel, necesito revisar esos documentos que la señorita Valeria realizo para mi —Añade Alejandro.

— Dejaré que ustedes dos hablen —dijo Isabel.

Sin esperar respuesta, Isabel salió de la oficina, dejándonos a Alejandro y a mí solos. Sentí el peso de su mirada mientras intentaba reunir el valor para hablar.

—Alejandro, yo... —comencé, pero las palabras se atascaron en mi garganta.

Él se acercó, tomando mis manos entre las suyas.

—Valeria, ¿qué pasa? Pareces angustiada.

Miré sus ojos, buscando la manera de decirle la verdad sin romperme.

Embarazada Del Jefe MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora