El Día que Cambió Todo

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—Señora Valeria, necesitamos hablar con usted —dijo el oficial con seriedad mientras entraba en la cocina, seguido por su compañero. Ambos estaban vestidos con uniformes impecables y expresiones graves en sus rostros.

Inmediatamente sentí un nudo en el estómago. Mi mente comenzó a correr por todas las posibilidades, tratando de entender por qué la policía estaría en mi mansión, dejo a uno de mis bebés en su cuna.

—¿Qué sucede? —pregunté con voz temblorosa, sintiendo cómo la taza que tenía en la mano se me resbalaba un poco.

El oficial principal se acercó lentamente, mirándome con una mezcla de compasión y determinación. —Señora, finalmente hemos encontrado al culpable que intentó secuestrarla hace algunos meses, los datos que usted nos brindó, fue difícil encontrarlo, pero a esa persona se le dará cadena perpetua, ya que cometió más delitos y cosas ilícitas, lo extraño era que decía que la conocia —

Mis ojos se abrieron de par en par y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Recordé la terrible experiencia que había vivido, el miedo y la angustia de aquel día. Dejé caer la taza al suelo, donde se rompió en pedazos con un ruido sordo que resonó en la cocina, pero mi mente estaba en otro lugar.

—¿Lo encontraron? —balbuceé, sintiendo cómo el mareo comenzaba a apoderarse de mí. Recordar aquel incidente me helaba la sangre, reviviendo las emociones intensas de aquel momento traumático.

El oficial intercambió una mirada incómoda con su compañero antes de hablar de nuevo. —Señora, el captor define a una persona igual a usted, que en sus tiempos ella se dedicaba a vender su cuerpo, según nos contaba, además,  entre otras cosas, esa mujer se parece mucho a usted, creo que podría ser como su hermana gemela, el captor dice que el aparecer él se había equivocado y era un error, dice que al final, él se dio cuenta que usted no llevaba un tatuaje que era con la que la identificaba, esa mujer le debía mucho dinero, al parecer era una mujer millonaria,  que supuestamente identificaba a su víctima. ¿Usted de casualidad no tendrá alguna hermana gemela perdida? —me Pregunta el oficial.

—No que yo sepa —Le digo confundida.

—Que extraño, pero no tiene de que preocuparse ahora —me dice.

El alivio inicial fue abrumador, pero aún sentía la tensión en mis músculos y la sensación de mareo persistía. Me aferré a la mesa de la cocina para mantenerme firme, mientras intentaba procesar toda la información.

—Lo siento mucho, señora Valeria que haya tenido que vivir esa horrible experiencia —continuó el oficial con una expresión comprensiva. —Entendemos lo difícil que debe ser para usted revivir estos momentos. Estamos aquí si necesita apoyo —.

—No se si tengo una hermana gemela, eso no lo sé, quiere decir, con razón me veia con odio ese hombre, me parece extraño,  que el captor pensó que yo era esa mujer que se parece a mí, que tiene un tatuaje de marca, y que a quien iban a atacar esa noche era aquella mujer, no a mí, espere sabe el nombre de la mujer que se parece a mí, como lo identifica el captor —le pregunto.

—No nos dió más detalles —Añade con seriedad.

—¿Qué pasa? —Pregunto Alejandro.

—Ya está en la cárcel la persona que intento secuéstrame esa noche —le digo el policía a Alejandro.

—Que bueno —me dice Alejandro.

Asentí débilmente, agradecida por su comprensión, pero aun tratando de recuperar el equilibrio emocional. El oficial y su compañero se retiraron discretamente de la cocina, dejándome a solas con mis pensamientos y la sensación abrumadora de alivio mezclado con el recuerdo de la traumática experiencia.La policía se retiró.

Me llevé una mano al corazón, sintiendo sus latidos rápidos y desordenados. Miré a mis trillizos, quienes seguían quietos y con tranquilidad, ajenos a la conmoción que había ocurrido a su alrededor.

Respiré profundamente, intentando calmarme. Sabía que, a pesar del error de identidad, seguía sintiéndome vulnerable y afectada por lo sucedido. Pero también sabía que tenía a mi familia, a Alejandro y a mis preciosos hijos, como un ancla de amor y apoyo que me ayudaría a superar cualquier adversidad.

—Tranquila amor —me dice mi esposo Alejandro.

—Es que el oficial, dice que en el momento del secuestro me confundieron con otra mujer igual a mí, no entiendo nada, y no quiero escarbar mas cosas —le digo frunciendo el ceño.

—Enserio, pero amor, a veces hay 7 caras iguales en todo el mundo no le pongas mente —me dice.

Me senté lentamente en una silla cercana, sintiendo cómo mis piernas temblaban ligeramente por la mezcla de emociones que aún recorrían mi cuerpo. Miré a mis trillizos, quienes ahora estaban tranquilos en sus cunitas, y una oleada de gratitud me invadió. Respiré profundamente varias veces, tratando de recuperar la compostura mientras reflexionaba sobre lo ocurrido, mis manos se aguadan dejando caer la taza.

El sonido de la taza rompiéndose en el suelo seguía resonando en mi mente, como un eco de la conmoción interna que había experimentado al escuchar las palabras de los oficiales. Recordé claramente el día del intento de secuestro: la sensación de miedo y vulnerabilidad, la lucha desesperada por protegerme a mí misma y a mi hijo por nacer. Había sido un momento que había esperado olvidar, y la repentina aparición de la policía había revivido aquellos recuerdos dolorosos de manera intensa.

—Valeria... amor —La voz suave de Alejandro rompió el silencio de la cocina, y me volví hacia él con gratitud por su presencia reconfortante. Se acercó y me rodeó con sus brazos cálidos, ofreciéndome el apoyo que tanto necesitaba en ese momento.

—Estoy aquí, mi amor —murmuró Alejandro, besando suavemente mi frente. —Todo está bien. Ellos se equivocaron, pero estamos a salvo —.

Asentí, permitiéndome aferrarme a él y encontrar consuelo en su abrazo. Sentí cómo mi corazón se calmaba poco a poco, sabiendo que estábamos juntos y que él entendía lo que había pasado.

—No puedo dejar de pensar en cómo todo podría haber sido diferente, casi se cumplirá el año, tardaron mucho tiempo en agarrar ese sujeto, te imaginas le hubiera pasado algo a nuestros bebés no me lo perdono, —susurré con voz temblorosa, mientras me apartaba lo suficiente para poder mirarlo a los ojos.

Alejandro sostuvo mi mirada con comprensión y amor. —Lo sé, cariño. Pero ahora estamos aquí, y estamos bien. Eso es lo importante, yo no permitiré que nada les pase ni a nuestros bebés ni a ti amor.

Sus palabras resonaron en mí, reconfortándome y ayudándome a volver al presente. Respiré profundamente una vez más, sintiendo cómo la sensación de mareo comenzaba a desvanecerse lentamente.

—Gracias por estar siempre a mi lado —dije sinceramente, acariciando su mejilla con gratitud.

Él sonrió gentilmente. —Siempre estaré aquí, amor de mi vida. Te amo —.

Nos quedamos abrazados por un tiempo más, encontrando consuelo en nuestra conexión mutua y en el amor que compartíamos. Aunque el susto había sido grande y los recuerdos dolorosos, me sentí reconfortada por saber que tenía a Alejandro y a nuestros hijos para ayudarme a superar cualquier desafío que la vida pudiera presentar.

Después de un momento, decidimos regresar a nuestra rutina diaria, en pocos meses volvería a la cocina para preparar mis nuevas recetas en el restaurante más conocido del país. conscientes de la necesidad de seguir adelante y enfocarnos en lo positivo. Me acerqué de nuevo a mis trillizos, acariciando sus pequeñas cabezas con ternura mientras observaba cómo dormían pacíficamente.

La cocina, ahora tranquila y serena, era un recordatorio de la seguridad y el amor que había en nuestra casa. Agradecí en silencio por la vida que teníamos y por la fortaleza que habíamos encontrado juntos, sabiendo que cada obstáculo fortalecía nuestro vínculo y nos hacía más fuertes como familia.

Embarazada Del Jefe MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora