Tentación en la Mansión: Dulces Secretos y Amores Prohibidos

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—Hijo te dejo a cargo de la empresa, yo seré nuevamente interrogada por la policía, pero bueno no se quien dijo que yo orqueste toda esta locura de mandar golpear a tu empleada Valeria —Dijo con voz molesta.

—Mamá lo sé, pero según entiendo sin pruebas o videos no se puede hacer justicia verdad madre —dijo Alejandro con rabia.

La veo de pies a cabeza.

—Me voy y los dejo hablar —Dije intentando retirarme cuando Alejandro agarro mi mano.

—Quédate, por favor —Me dice en voz baja.

—Hijo, yo no tengo nada que ver, con que mande a un mafioso a matar a Valeria, eso es una calumnia que alguien te dijo —anuncio la señora Mercedes.

—Jorge un empleado te vio hablando con un mafioso —le dice Alejandro con voz molesta.

—Y ¿El tiene video donde aparezco? —Pregunta con voz desafiante.

—No, no tiene video —dice Alejandro.

—Vez hijo sin prueba es difícil que me metan a la cárcel por mandar a matar a Valeria una mujer insignificante en la empresa.

—Empaca tus cosas madre y te vas de esta empresa, te iras a la otra donde mi hermano y colegas te controlaran como anillo al dedo —dijo Alejandro con tono molesto.

—Como sea, nadie se libra de mi hijo, soy tu madre —dijo doña Mercedes.

—Eres un demonio Mamá —dijo Alejandro mientras los ojos de doña Mercedes se abren más, quedo impactada al escucharlo de su hijo.

Doña mercedes no dijo nada, solo frunció el ceño, camino por el pasillo y desapareció.

—Sabes que te invitare a mi mansión secreta, este dia hare una fiesta y necesito ayuda con unas cosas, leí en tu curriculum que sabias de repostería, necesito que me ayudes hacer un pastel grande —me dice mientras me ve mi boca mientras me muerdo mi labio inferior, solo de verlo se me va toda la ira que siento con su madre Mercedes que es un caso serio.

—Sera un placer —le dije mientras su mano pasa por mi cintura con disimulo.

—vámonos por la puerta de emergencia, no creo que quieras encontrarte con mi madre —dijo Alejandro.

—Buen punto —le dije.

Caminamos juntos hacia la salida, pasando por corredores que nunca había visto, que cada vez se hacían más estrechos y oscuros. La tensión entre nosotros era palpable, pero a la vez había una sensación de aventura y complicidad. Alejandro me guiaba con seguridad, y su presencia me hacía sentir curiosamente protegida.

Llegamos a la puerta de emergencia, una puerta de metal pesada y apenas usada. Alejandro la empujó y se abrió con un chirrido que rompió el silencio. Al otro lado, un pequeño pasillo nos condujo a un estacionamiento oculto.

—Por aquí —dijo Alejandro señalando un coche negro y elegante que nos esperaba.

—¿Siempre usas este camino para escapar de tu madre? —pregunté con una sonrisa.

—Más de lo que me gustaría admitir. —respondió con una risa suave mientras abría la puerta del coche para que yo entrara.

Una vez dentro, el ambiente en el coche se sentía íntimo y relajado. Alejandro encendió el motor y salimos del estacionamiento, dirigiéndonos hacia lo que imaginaba sería una mansión impresionante, oculta en algún rincón exclusivo de la ciudad.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en esa mansión? —pregunté, intentando conocer más de su vida.

—Desde que me independice, pero esta mansión es la secreta nadie sabe, allí puedo hacer fiestas y hacer lo que quiera, esa es mi mansión secreta, cabe destacar que me independice a los 19 años, porque no aguantaba el carácter de mi madre, y ahora tengo 27 años, la mayor parte de mi vida he estado libre —respondió Alejandro, concentrado en el camino—. Es un lugar enorme, pero a veces puede sentirse un poco vacío cuando no hago fiestas.

—Bueno, hoy no estará vacío —dije sonriendo—. ¿Qué tipo de fiesta estás planeando?.

—Algo sencillo, solo amigos cercanos y.... tú —dijo, lanzándome una mirada significativa.

El viaje continuó entre conversaciones ligeras y miradas furtivas. Finalmente, llegamos a un portón enorme que se abrió automáticamente al detectar el coche. Al otro lado, la mansión de Alejandro se alzaba majestuosa, con luces que iluminaban los jardines y una entrada que parecía sacada de una película.

—Bienvenida a mi refugio, mi mansión de lujo —dijo Alejandro, estacionando el coche y saliendo para abrirme la puerta.

—Es increíble —dije, admirando la arquitectura y el paisaje.

—Y todavía no has visto nada —respondió, ofreciéndome su brazo para entrar.

Caminamos hacia la entrada principal y, al cruzar las puertas, me sorprendió la calidez del interior. Aunque la mansión era grande y lujosa, tenía un aire acogedor que me hizo sentir extrañamente cómoda.

—Vamos a la cocina, tenemos un pastel que hacer —dijo Alejandro, guiándome por pasillos decorados con arte y antigüedades.

La cocina era enorme, equipada con todo lo que un chef podría desear. Alejandro se puso un delantal y me ofreció otro.

——Así que, ¿qué tipo de pastel quieres hacer? —pregunté mientras me ponía el delantal.

—Pensaba en algo grande y llamativo, pero que también tenga un sabor espectacular. Quizás una tarta de chocolate con varias capas y algún relleno especial —dijo Alejandro, abriendo los armarios y sacando ingredientes.

—Me parece una excelente idea. ¿Qué tal si le añadimos un toque de frambuesa al relleno? El chocolate y la frambuesa hacen una combinación fantástica —sugerí.

—Perfecto, me encanta la frambuesa —dijo Alejandro, sonriendo.

Empezamos a trabajar en el pastel, cada uno ocupándose de diferentes tareas. Mientras mezclaba los ingredientes, noté cómo Alejandro me observaba de reojo, lo cual me hacía sentir un poco nerviosa pero también emocionada. La tensión entre nosotros era palpable, pero de una manera agradable, casi como una danza silenciosa de atracción.

—Tienes buena mano para la repostería —dijo Alejandro mientras batía la mezcla de chocolate.

—Gracias, es algo que siempre me ha gustado hacer. Es una especie de terapia para mí —admití.

—Entonces, creo que esta noche será terapéutica para los dos —dijo, riendo suavemente.

Continuamos trabajando juntos, y poco a poco, la cocina comenzó a llenarse del delicioso aroma del chocolate horneado. Alejandro se acercó a mí con una cucharada de la mezcla de frambuesa y la acercó a mi boca.

—Prueba esto, dime si está bien de sabor —dijo, sus ojos fijos en los míos.

Abrí la boca y probé la mezcla, saboreando la dulzura y la acidez perfectamente equilibradas.

—Está perfecto —dije, lamiéndome los labios.

—Me alegra que te guste —respondió Alejandro, sus ojos siguiendo el movimiento de mi lengua.

Mientras esperábamos que el pastel se horneara, Alejandro me mostró más de la casa, revelando rincones secretos y recuerdos de su infancia. Nos detuvimos en una sala llena de libros, con una chimenea encendida que creaba un ambiente cálido y acogedor.

—Este es uno de mis lugares favoritos de la casa —dijo, sentándose en uno de los sofás y señalándome que me uniera a él.

—Puedo ver por qué. Es muy tranquilo aquí —dije, sentándome a su lado.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua y el crepitar del fuego. De repente, Alejandro tomó mi mano y la sostuvo entre las suyas.

—Valeria, sé que acabamos de conocernos en poco tiempo, pero hay algo en ti que me atrae de una manera que no puedo explicar —dijo, su voz suave y sincera.

Mi corazón comenzó a latir más rápido mientras procesaba sus palabras. Sentía lo mismo, una conexión inexplicable y poderosa.

—Alejandro, yo también siento lo mismo. Es extraño, pero no quiero ignorarlo —dije, apretando suavemente su mano.

Embarazada Del Jefe MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora