Capitulo 4

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En los días siguientes, Severus evitó cuidadosamente cualquier encuentro con los Merodeadores. Pasaba la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, estudiando con una concentración feroz que reflejaba su determinación por sobresalir en sus estudios. La biblioteca era un refugio seguro para él, un lugar donde podía escapar del tumulto del castillo y centrarse en lo único que realmente importaba: su futuro y sus ambiciones.

Sin embargo, no pudo evitar escuchar murmullos y rumores que se extendían por Hogwarts. La explosión en el aula de pociones se había convertido en la comidilla favorita de los estudiantes, cada versión más dramática que la anterior. Severus cerraba los oídos a las exageraciones y a las risitas burlonas que seguramente se producían cuando los Merodeadores eran el tema de conversación.

Una tarde, mientras estaba en la biblioteca, alguien se deslizó en silencio en la silla junto a él. Severus levantó la vista de su libro, preparado para mandar al intruso a otro lugar, pero se detuvo cuando vio que era Regulus Black, su compañero de casa.

—Severus —dijo Regulus en voz baja, con una expresión que mostraba preocupación genuina—. He escuchado lo que pasó en la clase de pociones. ¿Estás bien?

Severus frunció el ceño ante la sorpresiva muestra de interés de Regulus. No eran amigos cercanos, pero compartían un vínculo a través de sus apellidos y el hecho de que ambos eran notables en sus respectivas casas.

—Estoy bien, gracias —respondió bruscamente, volviendo a su libro con determinación.

Regulus pareció dudar por un momento, como si estuviera considerando si continuar la conversación. Finalmente, decidió arriesgarse.

—Sé que has pedido que te cambien de tutor para pociones. ¿Es por lo que pasó con los Merodeadores?

Severus apretó los dientes. No le gustaba que otros supieran sobre sus problemas con los Merodeadores, pero Regulus parecía ser una excepción. Además, en Hogwarts, los secretos rara vez lo eran por mucho tiempo.

—No es asunto tuyo, Regulus —respondió, manteniendo su tono frío.

Regulus pareció herido por su respuesta, pero antes de que pudiera decir algo más, Severus se levantó abruptamente y se marchó de la biblioteca. No quería hablar sobre los Merodeadores, ni con Regulus ni con nadie más. Solo quería dejar atrás el incidente y seguir adelante con su vida en Hogwarts.

Mientras tanto, Remus Lupin se encontraba en una situación completamente diferente. Después de su experiencia en el aula de pociones, se había sumido en un estado de profunda reflexión y arrepentimiento. Las miradas de reproche de James y Sirius, y el frío desdén en los ojos de Severus, lo atormentaban día y noche.

Había intentado disculparse con Severus en más de una ocasión, pero cada vez que lo veía, el chico de Slytherin lo evitaba como si fuera un leproso. Remus entendía por qué Severus estaba enojado y herido, pero eso no mitigaba la sensación de culpa que lo perseguía.

Un día, Remus se encontró con James y Sirius en la sala común de Gryffindor. Ambos estaban sentados frente al fuego, absortos en una conversación que parecía seria.

—¿Qué están planeando ahora? —preguntó Remus con cautela mientras se acercaba a ellos.

James y Sirius se miraron el uno al otro antes de que James se encogiera de hombros con gesto abatido.

—No lo sé, Moony. Esto se nos ha ido de las manos.

Remus se sentó a su lado, suspirando pesadamente.

—Deberíamos hacer algo, ¿no creen? No podemos dejar las cosas así con Severus.

Sirius resopló, claramente frustrado.

Un tutor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora