3|Apto

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Editora y correctora: Yokitoooo

₊˚⊹ᡣ𐭩

La sangre goteó por su espalda, un cálido hormigueo anestesió sus músculos y su cuerpo se relajó contra la suavidad de los colchones apilados. Elliot sabía que lo único que mantenía su conciencia despejada era su férrea voluntad, aquella que poco a poco se alejaba conforme las feromonas se adentraban en sus fosas nasales. El sudor frío en su piel perló su frente, así como sus manos pegajosas y con olor a metal se aferraron a quien sea que lo estaba sosteniendo en ese momento. La sangre goteó, caliente, hirviendo y gorgoteando saliva que se caía de los caninos hincados en su carne. Piel lastimada y abierta punzaba sobre su nuca, martillando directo en su cerebro. Una marca forzada y sin sentido que no llegaría a atarlo jamás en cuanto la vida de quien lo estaba forzando llegó a su fin en un abrir y cerrar de ojos.

El cuerpo trozado a la mitad del alfa que horas antes lo había tomado con brusquedad y marcado, chorreo borbollones de sangre bajo las palmas de sus manos. Tardó unos cuantos minutos en saber que esa tortura al fin había acabado.

Para dar paso al verdadero infierno.

—¿Grayson…?

—¿Qué quieres?

Elliot suspiró aliviado al escuchar la voz del alfa. Su compañero, salvador y verdugo, se reincorporó entre la oscuridad de la noche y arrimó su mano hacia sus pálidas mejillas. Estaban heladas.

—Tuve esa pesadilla…

—¿Y quieres que te consuele?

—No. Me conformo con que me hayas salvado esa vez.

—Cierra los ojos, verás que lograrás dormir rápido —Grayson se acomodó, no dijo nada cuando Elliot se acercó y lo obligó a prestarle su brazo como almohada. Una risilla burlona se escapó de sus labios al sentir la pierna de Elliot atravesar su cadera y su brazo descansar sobre su pecho. Sin ser consciente comenzó a acariciar la espalda del pequeño omega y se dedicó a mirar el cielo, las infinitas estrellas fueron imposibles de contar.

Grayson había conocido a Elliot en una tarde cuando vagaba por el continente en busca de algún lugar para dormir. No tenía un grupo y se valía de sus propias habilidades de combate y supervivencia para pasar las noches y alcanzar siempre el mañana, tal y como su hermana mayor profesaba.

«Sobrevivamos para pasar las noches y alcanzar el mañana, hermanito» No importó si Grayson de pronto dejó de ser un niño que perseguía a su hermana mayor como un patito a todas partes, para ella siempre sería su hermanito e incluso en medio del apocalipsis ella jamás dejó de decir; «Solo somos mi hermanito y yo» Jamás dejó su papel como hermana mayor, como modelo a seguir y como protectora e incluso proveedora. Los primeros días ella comió parte de las provisiones, pero después la poca comida que lograban conseguir se la daba a él porque su sentido de responsabilidad así lo dictaba.

Recordaba que antes así era también. Su familia era bastante promedio y con unas cuantas deudas que a veces les apretaban las tripas, pero al ser el hermano menor y el más pequeño de la casa, su madre y hermana siempre le daban lo mejor de lo mejor.

A veces, cuando pedía algún antojo y no había tanto dinero, su madre y hermana se lo compraban, aunque eso significaba que ellas terminarían comiéndose una latita de atún cada una. O a veces su hermana compraba alguna chuchería y le daba más de la mitad. Siempre era así, por eso Grayson se portaba bien y era un niño bueno que sacaba buenas calificaciones y no hacía berrinches.

Tanto como su madre y hermana eran omegas.

Nunca supo qué sucedió con su madre, pero recordaba que, quien había llegado con él el día del primer brote, ensangrentada y llena de polvo, sudor y tierra, había sido Aren, su hermana mayor.

La Caída de EliareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora