Ara
—Vaya, Ara, estoy segura de que te olvidaste de contarme sobre él.
Blanqueo los ojos ante la provocación de Ágata y, tratando de no salir corriendo para asesinar a mi futuro cuñado, decido mejor acompañar a mi amiga a la sala de estar donde Ariatna espera por nosotras. Los ojos de la mayor de mis cuñadas se abren con asombro al notar las miradas de odio que Nicolás y yo nos arrojamos desde lados opuestos de la habitación, pero pronto se recupera y vuelve a su amable comportamiento en cuanto Maxwell aparece en escena.
En mi defensa, debo decir que fuera de cualquier cosa alegada por Nicolás, nada malo pasó. Nada más allá de unos besos y toqueteos con roces. Todo eso estando convencida de que era mi prometido, en medio de la vasta oscuridad y tras él haberse metido a hurtadillas en mi habitación mientras me encontraba profundamente inmersa en pensamientos sobre la conversación con Ágata y releyendo el contrato que firmé aun sin comprender al cien por ciento con Maxwell.
En cuanto escucho el ruido sordo de la puerta al cerrarse y vislumbro, gracias a la poca luz de la luna que entra por la ventana, a una figura que se parece a mi hombre, susurro con asombro:
—¿Maxwell, qué haces aquí?
«Cuando en realidad todo mi cuerpo grita deseoso porque ese hombre me tome como suya lo que resta de la noche».
—Creo que debes encender la luz para no quedarte ciega. —Lo veo recorrer con la mano gran parte de la pared, arriba y abajo errando por vacíos centímetros el lugar donde está el interruptor, y mejor opto por hacer lo que quiero a oscuras.
—Déjala así... —susurro una vez más.
Él avanza a paso lento, con el pecho inflado y sudando sensualidad hasta llegar al borde de la cama y se sienta colocando toda su atención en mí. Por varios segundos, si no es que minutos, decido ignorarlo y seguir con mi tarea de comprender el contrato y con ello no fallar como su esposa. Estoy a punto de preguntarle algo al respecto cuando él se arroja hacia mí para besarme. Es más grotesco, ansioso y un poco salvaje en sus besos y caricias. En un rápido movimiento me levanta de la posición en la que estaba para colocarme sobre sus piernas y hurgar con urgencia bajo mi bata de seda.
Mi mano viaja hasta su cuello y mis labios entreabiertos rozan los suyos mientras, una vez más, me acomoda a sus anchas como si fuera una simple muñeca de trapo, sobre sus piernas hasta dejarme como él quiere. En respuesta, me balanceo ligeramente en sus piernas. Siento mi cuerpo estremecerse pidiendo a gritos por él, por su contacto a flor de piel y sin ninguna medida. A pesar del cambio en energía sexual que estoy sintiendo por su parte, sí puedo reconocer su avidez en cuanto al deseo que presenta por mí y eso eleva, sin lugar a dudas, lo que él provoca en mí. Así que giro mi cabeza hacia la ventana, tratando de que no vea mi ansiedad, su nariz roza mi oreja y me provoca otro espasmo muscular en mi sexo que me recorre de pies a cabeza.
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Al límite de mi. ©
RomanceEn "Al Límite de Mi", la electrizante continuación de la historia de Maxwell Nox y Ara Rojo, el implacable mundo de los negocios se entrelaza con el deseo en una danza aún más peligrosa y apasionante. Con un matrimonio por conveniencia en juego, Max...