┋CAPÍTULO IV┋

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Max

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Max.

—Ya casi llegamos.

No sé si habló para tranquilizar a Ara o para quitarme de encima los nervios que siento.

La vieja cabaña de mis abuelos se alza en una pequeña colina, rodeada de arbustos y pinos tan verdes que, en invierno, contrastan con la nieve. Luce igual que ayer cuando me fui de aquí y seguirá luciendo igual en los próximos veinte años porque es una construcción clásica. Y en este momento, verla me enferma considerablemente del estómago.

Las facciones de Ara me enseñan su sorpresa y sus bonitos ojos parecen brillar, no sé si por miedo o por emoción. Adoro esta casa y este enorme bosque, viví aquí por años y todos los veranos regreso emocionado; sin embargo, hoy me siento inseguro, fuera de mí y esperando en cualquier instante a que algo termine saliendo verdaderamente mal.

—¿Estás bien? —pregunta Ara, posando su pequeña mano sobre mi rodilla.

Me sobresalto al escuchar su voz suave y asiento para mantener las apariencias. No estoy bien, estoy nervioso como la mierda y me estoy dando cuenta de las fallas de este plan. Fallas que no consideré antes y ahora ya es imposible cambiar.

—Es bonita, ¿no crees, Ara? —pregunta mi hermana con inocencia—. Creo que te encantará, al menos no te aburrirás.

Estaciona el vehículo frente a la entrada y como en esas películas cursis, mi abuela aparece en la puerta y nos saluda mientras esboza una brillante sonrisa.

«¿Mi abuela siempre lució así o son los nervios los que me hacen ver las rarezas de su actitud hacia Ara?».

—Abuela Margaret Nox, ¿verdad? —me pregunta Ara justo antes de que salgamos del auto.

—Sí, lo siento. —Salgo del auto y sostengo su puerta para que también lo haga—. Estoy nervioso, no te he hablado en casi todo el viaje.

—¿Qué me queda a mí? —Sonríe más tensa de lo usual—. Este lugar parece salido de un cuento de hadas y estoy esperando a convertirme en calabaza en cualquier instante.

—Tenemos a Lumière y todo. —Bromeó tratando de quitar la tensión del momento, al menos entre nosotros.

Ríe por lo bajo y toma mi mano para meterse en el papel. Esta es mi prueba de fuego, tengo que mentirle a mi abuela y no sentirme como una porquería. Ya le miento a mi hermana y está saliendo bien, pero engañar a dos personas que me conocen a la perfección es mucho más difícil.

—Oh, eres tan bonita —le dice mi abuela a mi hermana y sonríe con emoción—. Míralos, Ari, tan jóvenes y enamorados.

Aprieto su mano sin hacerle daño y terminamos de acercarnos a ellas. Los ojos claros de las dos están llenos de felicidad y orgullo, creo que voy a vomitar.

Al límite de mi. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora