┋CAPÍTULO VIII┋

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Max

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Max.

10 de abril de 2022

—¡Dos horas para el gran día! —anunció mi abuela.

El inicio del famoso día de nuestra independencia Montivana está a pocas horas de distancia y mi vida es completamente distinta a como la imaginaba hace unos meses. Tengo una novia, estoy a pocas semanas de casarme, la posibilidad de ser el presidente de Nox P., así como una gran cena esperando en el comedor. Se siente extraño y... bien. Por primera vez en mi vida me alegro de haber cometido una locura como hacerle caso a Ronda en sus ideas y elegir a Ara, aun sin conocerla, porque he conocido a una chica increíble y también una parte nueva de mí.

Acomodo el cuello de mi camisa y la corbata rojo oscuro que me ha dado mi hermana como regalo mientras me miro en el espejo y me siento conforme con el resultado. Preferiría cenar en pijama, pero mi abuela es muy exigente respecto a cómo nos vemos en estas fechas. Para ella, al igual que para mi abuelo, estos son eventos especiales y hay que respetarlos. Para mí, es solo otro día que olvidaré con el pasar de las horas. Incluso esta misma noche si tengo suerte y tomo un poco más de vino del recomendado.

—Ara, iré abajo —le hago saber elevando la voz—. No tardes mucho.

«Por favor», termino rogándole en mi mente. A pesar de mi edad, continúo sin entender por qué las mujeres se tardan una hora más que los hombres. Y, sí, ya sé que agregan algunos pasos a su rutina que nosotros no, pero, ¿por qué?

—Ya casi termino, solo tengo que lograr que mi ojo derecho se vea igual de prolijo que el izquierdo.

Por un momento me la imagino con el ojo completamente ausente, como caricatura, y tratando de volver a dibujárselo igual que como estaba antes.

«Tal vez no hay que meter a las mujeres en el agua porque se deshacen».

Bueno, no. Ya basta de esos pensamientos absurdos cuando tengo hambre.

Ara y yo nos hemos terminado acoplando en una sola habitación al fin de cuentas. Ella fue la que lo insinuó después de la cena de bienvenida de anoche y yo no pude negarme, aunque tampoco quería hacerlo de todas formas. No he traído mis maletas, eso sí, así que debo ir de una habitación a otra para poder tener a mi alcance todo lo que necesito.

—¿Y cuánto tiempo te llevará eso? —la cuestiono tratando de descubrir si debo o no salir sin ella del cuarto.

Saca la cabeza por la puerta del baño y me enseña su ojo pintado que la hace parecer a una diosa egipcia contra el otro que está limpio, luciendo más como la diosa mía que ella es.

—Yo diría unos diez minutos si no me pongo caprichosa.

«¡Uy, ya valió! Otra hora más porque Ara nació caprichosa», bromeo internamente y ahogo una risita por lo que he pensado.

Al límite de mi. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora