┋CAPÍTULO XVIII┋

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Ara

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Ara. 

Cinco horas antes.

—Nos vemos.

Max está actuando más extraño de lo habitual. No es que lo conozca a la perfección, pero estoy segura de que su comportamiento típico no incluye mirar de reojo a cada persona que pasa cerca de él. Si continuara así, podría ser motivo de preocupación. Sus constantes miradas están empezando a sacarme de quicio y estoy a punto de perder la paciencia.

—Max.

—¿Mmm?

—Si sigues mirándome así, te daré un golpe.

Sus ojos verdes se abren con sorpresa y él desvía rápidamente la mirada hacia los huevos revueltos en su plato.

Debo admitir que, a pesar de sus reglas de convivencia que no son de mi total agrado, es agradable. Me sorprendió gratamente al prepararme el desayuno. No estoy acostumbrada a vivir con chicos amables; nunca tuve hermanos, hombres y mi padre nunca fue de los que hacían el desayuno por las mañanas, así que no sé qué esperar. Ágata dice, basándose en la experiencia con sus seis hermanos, que son sucios y ruidosos; sin embargo, Max parece ser la excepción.

—¿Qué pasa contigo, Maxwell? —pregunto en tono tranquilo, aunque puede que para él suene un poco agresivo mientras me cruzo de brazos.

—¿Conmigo? —Max se lleva la mano al pecho como si estuviera confundido por mi pregunta.

—Sí, parece que esto —indico el poco espacio entre nosotros— te molesta.

«O tal vez lo que realmente le molesta es lo que sucedió anoche, y está haciendo todo lo posible por negarlo». 

—No, no me molesta. Es solo que se siente extraño tener tanta intimidad con alguien, pero supongo que eso es normal en todas las parejas. —Se encoge de hombros—. Creo que un poco de ayuda de tu parte para no ir tan rápido, amor, sería bienvenida.

—Y un corte de cabello —bromeo, sorprendida por su palabra empalagosa.

—Fui hace dos semanas —responde ofendido.

—¿Y te dejaron así? —Intento fingir horror abriendo los ojos lo más grande que puedo—. En tu lugar, ¡yo los demandaría!

Una sonrisa se asoma en sus labios y emite un sonido que podría considerarse una risa. Sin embargo, rápidamente vuelve a mirarme de reojo y tengo que controlar el impulso de gritarle.

Sé que está ocultando algo. Su comportamiento de anoche es una clara señal de eso. Él y Víctor están metidos en algo, lo sé porque todo lo planean juntos.

—Max... —suspiro—. Basta ya.

—¿Con qué?

—Con las miradas.

—¿Qué miradas?

—Las que no dejas de darme.

—Parece que tienes un gran aprecio por ti misma —bromea.

—Sabes a qué me refiero.

—Claro que no, yo no te estoy mirando —dice, cerrando los ojos con fuerza y levantando las manos hacia mí, como si fingiera estar ciego.

—Ajá, y yo tengo tres senos.

—A ver —Abre los ojos de golpe y, al ver mi cara de molestia, vuelve a cerrarlos—. No te estoy mirando.

—¿Y lo de anoche?

Ya está, lo dije.

—Anoche fue anoche y tú fuiste quien declaró zona de no sexo, así que yo solo voy a estar aquí respetando todo y sin tocarte ni un pelo.

—Bien —respondo molesta y me levanto dejando todo mi bol de fruta y yogur a medio terminar.

—Oye, amor... —me llama cuando estoy llegando a la puerta de nuestra recámara—. Puede que tengas algo de razón.

—No, no solo tengo algo de razón, tengo toda la razón.

—Puede que sea cierto —repite.

«¿Por qué tiene respuestas tan vagas? Es irritante».

—Tengo algo para ti, Ara.

—¿Qué es?

—Algo importante —busca darle largas al asunto.

Frunzo el ceño con confusión.

—No te entiendo.

Mete la mano en el bolsillo de su pantalón y me enseña la misma cajita que anoche, lo hizo perder los estribos. La misma cajita que lo hizo ponerme contra el sillón y me dejó con la mente en blanco.

—¿Qué tienes ahí?

—Una promesa.

—Con esa vaga respuesta se me ocurren muchas cosas —contesto fingiendo indiferencia.

—Bueno, solo te voy a decir que la promesa de mi amor está aquí. Un amor que estoy seguro irá creciendo, un amor que quiero darte solo a ti, una promesa de que estaré para ti, para cuidarte, para hacerte reír, para acompañarte en todo y sobre todo la promesa de que esto no solo durará cinco años si es que así ambos lo queremos, yo hoy lo quiero y contigo, aunque me sacas muchas veces de mis casillas, estoy comprendiendo que debo elegirlo y no solo buscar sentirlo. Es una promesa que te daré en el momento indicado, de la forma adecuada y con el motivo de que lo recuerdes para siempre y el día de mañana puedas contárselo a nuestros nietos, por sí, Ara, hasta ese punto me estoy viendo contigo, hasta esos momentos quiero estar contigo. Ya no busco crecer más allá si no es contigo a mi lado, ya no busco nada más que tenerte a ti, porque tener otras cosas sin ti, es no tener nada, es vivir en el vacío y podrás preguntarte por qué siento esto a tan poco tiempo de conocerte —hace una pequeña pausa para tomar aire y en espera de que yo haga algún gesto ante lo que ha mencionado—, pues te lo digo: Lo siento porque el amor no se establece en medida de tiempo, es por las acciones que el otro hace lo que nos termina enamorando y tu simple acción de existir en este mundo, en mi mundo, en el mundo que has creado con tu mirada, es suficiente para establecer el amor que te estoy teniendo y por el cual espero que tú sientas lo mismo hoy, mañana y siempre.

Cuando Max termina de hablar, vuelve a guardar la caja de vuelta en su pantalón y yo no puedo hacer otra cosa más que romper en llanto.

«Lo amo. A este hombre frente a mí lo amo y él me ama y eso me hace muy feliz».

—Te amo, Maxwell Nox —digo y esta vez es él quien se lanza hacia mis brazos para besarme apasionadamente mientras todo el mundo a nuestro alrededor se detiene.

—Te amo, Maxwell Nox —digo y esta vez es él quien se lanza hacia mis brazos para besarme apasionadamente mientras todo el mundo a nuestro alrededor se detiene

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Al límite de mi. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora