┋CAPÍTULO XII┋

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Max

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Max.

13 de abril 2022

—Tu mamá está loca por mí, ¿verdad? —hablo con el perro mientras termino de cocinarlo todo—. Sí, no tienes que contestar, lo sé.

Ara Rojo es una incógnita gigante que me confunde más de lo que consigo entender y con el paso de los días e incluso las horas que pasamos en el avión de camino a casa, entiendo menos. No comprendo sus cambios de humor, la mirada triste que me dedica cada vez que cruza por mi mente desde aquel incidente con Víctor en la cena de independencia, las risas tensas que sueltan cada vez que digo un chiste. Su humor ha cambiado desde que volvimos de Nox Port y no puedo evitar preguntarme qué he hecho mal.

Quizás soy un idiota o tal vez no soy un buen amigo y mucho menos un novio atento que tardó en darse cuenta de que algo malo estaba ocurriendo, pero esta mañana me despierto antes que ella para prepararle el desayuno e intentar ablandarla con rica comida casera. No puede esperar mucho de mí, no sé muchas recetas y no tengo intenciones de aprender nuevas, como perro viejo con sus trucos usuales; sin embargo, el desayuno es mi fuerte.

Espero que despierte sentado en los taburetes de la cocina y espío el pasillo cada quince minutos esperando verla ir hacia el baño, el baño de la habitación de visitas, porque cerré con llave el de nuestro cuarto y así poder interceptarla sin problema. Había planeado primero llevarle todo a la cama, de una forma especial y un tanto romántica como lo suelen hacer en las películas, pero al pensar que ella se asuste y termine tirándolo todo sobre el colchón o se queme con el café, desistí por completo. Estoy a nada de perder las esperanzas y comerme la fruta que he cortado cuando la veo pasar como un zombi con el cabello hecho un desastre. Como suele hacerlo desde que vive conmigo, de acuerdo con lo que ella misma confesó, no viste pantalón ni ropa interior, va con el cabello enmarañado, descalza y casi podría atreverme a jurar que camina a paso lento porque todavía tiene los ojos cerrados.

Me tomo el atrevimiento de esperarla junto a la puerta, escuchando todo lo que ocurre en el interior; desde que levanta la tapa del escusado, hace y le baja, hasta las tres veces que tiene como manía de lavarse las manos, así mismo noto el susto que se lleva al salir. Si seguía teniendo sueño, se le ha acabado de pronto.

—Buen día, Ara Rojo.

—¿Sucede algo? —Quiere saber, su voz está ronca por el sueño, pero aún me sigue pareciendo lo bastante dulce como para darme ganas de robarle un beso—. ¿Quieres usar el baño? —Lo medita durante un momento y luego dice—: ¿No estabas en el otro baño?

—No, solo estaba esperándote y ese lo trabé para poder verte en cuanto te despertaras.

—¿Por qué?

—Para desayunar —Señalo la barra de la cocina donde he colocado todo nuestro desayuno.

—¿Por qué? —repite levantando un poco más la voz y esta vez decido ignorarla.

Al límite de mi. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora